Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Esta semana empezó el podcast que LP ha realizado en torno a Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón, con motivo de su pronta salida de la cárcel, cumplida ya en su totalidad la pena impuesta de 25 años por los asesinatos de cinco mujeres. Más allá de recordar esta página célebre del crimen en la Comunitat Valenciana, esta liberación lleva aparejada un interrogante fundamental, puesto que es la primera vez en la historia penal en España que un asesino en serie es puesto es libertad extinguida la condena, y con una edad (60 años) y estado de salud que todavía le permite albergar un importante horizonte vital. Es cierto que han salido muchos presos en libertad que tenían graves crímenes a sus espaldas, pero ninguno de estos -salvo error por mi parte- era un asesino en serie. Estamos pues, ante un experimento concretado de forma natural. Un futuro incierto que se torna si cabe más enigmático por el tipo de asesino en serie que Ferrándiz representó. Me explico: Ferrándiz fue algo así como el Ted Bundy español; ni antes ni después de él hemos tenido a un homicida plenamente integrado, con buen nivel de inteligencia y habilidades sociales, el 'chico de la puerta de al lado' que en absoluto dejaba translucir su compulsión homicida. Antes de él tuvimos a Rodríguez Vega, asesino de 16 ancianas, pero este era un hombre de pocos recursos, que se ganaba la vida haciendo chapuzas en las casas, con una pobre formación (Ferrándiz trabajaba en una compañía multinacional de seguros); también al célebre Arropiero, quien vivía a caballo de la enfermedad mental y la indigencia.

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Después de Ferrándiz vinieron otros como Galán, el Asesino de la Baraja, pero su cultura e inteligencia eran básicas; o Tony King, con un historial delictivo en Inglaterra y dedicado a beber cerveza y a trabajar lo justo en la Costa del Sol. El asesino de Diana Quer, apodado el Chicle, era también muy precario, y Aguilar, apodado el falso Monje Shaolín, vivía en su propio mundo y sus ataques a las prostitutas fueron impulsivos y nada planificados. No, Ferrándiz fue otro nivel; buen autocontrol, con amigos y amigas, con una buena familia, alguien del que nadie hubiera podido sospechar en cien años (y es mérito suyo que los que le conocían le creían inocente de una condena de violación que cumplió en la cárcel). Mi opinión es que dispone de más recursos mentales que cualesquiera de los otros para no reincidir, pero es obvio que ese futuro es una incógnita. Que permaneciera libre sin volver a asesinar sería una noticia excelente, no solo para sus posibles víctimas, sino para la sociedad, porque sería una prueba de que un asesino en serie no tiene por qué estar matando toda la vida.

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