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La gran paradoja de estos últimos años es cómo se unen las agrupaciones políticas extremas (derechas e izquierdas) en su rechazo a la idea de ... Europa y a costear el esfuerzo que supone detener el avance de Putin en nuestro continente, una invasión sin tapujos, como la que inició la Segunda Guerra Mundial con la entrada de los nazis en Polonia. Da igual que sea 'Se acabó la fiesta' que Podemos, aunque los argumentos que se esgrimen son distintos, el resultado es el mismo: que se ocupen los ucranianos de lo suyo, que la idea de libertad como conquista europea labrada tras inmensos sacrificios a nosotros nos da lo mismo. Unos apelando al que «se maten otros» y la otra invocando con una simpleza mental que acongoja que solo se puede estar por la paz (¿y quién no?), estos extremismos se abrazan en su cortedad de miras y en su imagen 'rompedora' con todo discurso ponderado y que tenga en cuenta las lecciones de la historia.
Sonroja este aislacionismo en la semana donde se conmemoró el 80 aniversario del desembarco de Normandía, una de las batallas más extraordinarias que ha protagonizado el mundo contra el régimen que, literalmente, pretendía adueñarse del mundo. Son muy instructivas ciertas ficciones televisivas donde se invertía el resultado de la guerra, de tal forma que nazis y japoneses pasaban a regir el futuro del mundo. Hemos visto a excombatientes centenarios llorar al recordar a sus camaradas caídos en las playas francesas; hombres en sillas de ruedas, en el umbral último de sus vidas, nos recordaron por qué hemos disfrutado de la época más próspera de la historia humana. Sin su generoso sacrificio (y el de otros muchos, por supuesto) todos los cantamañanas que vociferan mensajes egoístas y miopes estarían ahora dando el paso de la oca.
Hasta que se demuestre lo contrario, el sueño de la Europa de Jacques Delors, junto con unos Estados Unidos comprometidos con la defensa conjunta y el liderazgo del mundo libre han constituido, con sus claroscuros, las vías por donde se ha construido el progreso de la cultura y el bienestar. Es cierto que este nuevo siglo ha traído grandes inquietudes y que hay un malestar grande, pero este existe porque precisamente ese progreso pareció imparable y ahora está en crisis. Entiendo la decepción y la necesidad de corregir cosas importantes, pero echarse al monte con mensajes de regreso a la tribu o a la tontería comunista no nos va a ayudar en nada. Esta gente no es seria, pero cuando se aúnan con sus mensajes amplificados en las redes sociales dan miedo. La alternativa está en quienes recojan la herencia de nuestra historia europea de progreso y la proyecten con nuevas ideas para mejorar las cosas.
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