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Los casos de corrupción no cesan en la política española; mientras escribo estas líneas aparece otra noticia: es posible que haya un nuevo enriquecimiento ilícito ... a causa de comisiones cobradas por la compra de otras mascarillas en Canarias. Anticorrupción se querella contra gente que mandaba allí del PP, y que se fue para fundar otro partido político. Más allá de la indignación que producen estos hechos en los que hay desaprensivos que se lucran en momentos de gran vulnerabilidad social, lo cierto es que son comportamientos 'normales', de toda la vida. Es tan sencillo como esto: desde que existe la sociedad siempre ha habido un número de individuos que buscan dinero y poder mediante el fraude y el engaño. Es una realidad estadística. ¿Y dónde es más fácil obtener tales cosas? En la política y en el mundo financiero.
Sin embargo, entre estos dos ámbitos hay una diferencia importante. En los negocios los aspirantes a lucrarse han de tener unos estudios, un nivel, una categoría profesional; uno no puede engañar a directores de empresas o a las comisiones de valores siendo un indocumentado. Bernard Madoff, Sam Bankman-Fried o Elizabeth Holmes (o Rodrigo Rato) eran inteligentes y muy aplicados a sus empresas. En la política no ocurre lo mismo. El famoso Koldo ejercía de consejero con un currículo donde brilla con luz propia el haber trabajado de portero (entiéndase 'gorila') de discoteca y haber sido ¡condenado! dos veces por agresión (leo en 'vozpópuli'). En la política el criterio de selección no es la excelencia técnica en su función ni, desde luego, una comprobada rectitud moral, sino que el aspirante a lo que sea congenie con su mentor y tenga cualidades que este vea como deseables por cualquier razón o finalidad.
Y esta es la auténtica tragedia de la realidad política en España: las personas preparadas y honradas no tienen ningún deseo de hacer carrera en un medio que premia al advenedizo y al servil, lo que deja el camino expedito para estos últimos. Me gustaría saber cuántos asesores, diputados y otros cargos en diferentes administraciones deben su salario a que han sido fieles a un partido durante toda su vida o en determinados momentos en los que han visto la oportunidad de medrar. Cuántos de ellos se ganaban la vida con una profesión o empresa antes de cobrar del Estado. Cuando hablamos de un puesto de libre designación como el de 'asesor', el peligro es aún mayor para que se nos cuelen cualquier personaje. Este es el problema de fondo: no hay criterio alguno que favorezca que los mejores lleguen a la política; por el contrario, todo está preparado para que triunfe el 'listo' y el narcisista. Con las debidas excepciones.
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