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La primera lección es que Sánchez es el César Borgia de nuestro tiempo. El ilustre miembro del linaje de Xátiva fue el modelo en el ... que se inspiró Nicolás Maquiavelo para escribir su obra cumbre El príncipe, uno de los libros más influyentes en la historia del pensamiento político. Tengo que reconocerlo, al César de lo que es del César. Ya me pareció una jugada espectacular el anuncio de las elecciones generales al día siguiente del descalabro del PSOE en las últimas elecciones autonómicas y locales. Por arte de magia, el foco se puso en esa futura convocatoria electoral, y no hubo apenas tiempo para hacer sangre con el sonoro fracaso de los socialistas y Podemos/Sumar.
Lo del martes fue todavía algo más audaz. Nunca en la historia de los debates de investidura desde la Transición el aspirante a presidente había tenido que debatir con el principal partido de la oposición (que era el PSOE) sin que este fuera representado por su líder. Pero esto fue lo que ocurrió. En vez de exponerse a decir cosas que no quería decir envió a un mamporrero con el fin meridiano de humillar lo más posible a Feijóo. Es una jugada brillante, se mire por donde se mire, y con independencia de la valoración que podamos hacer de la actuación del presidente del Partido Popular.
La segunda lección es que no hay más cera que la que arde. El PSOE nada tiene que ver con los motivos y talante de los padres fundadores de la democracia actual. Se ha convertido en un partido 'posmoderno' o 'líquido', donde todo es relativo y mutable y la aritmética de los votos de investidura nada tiene que ver con la ideología o la ética. «Estos son mis principios -dijo Grouxo Marx en 'Los hermanos Marx en el Oeste'-. Si no le gustan, tengo otros». Haríamos bien en comprender lo que significa esto en términos de la gobernabilidad de España y las futuras elecciones. Si leemos todo lo que dijo Sánchez en relación con el 'Procés' antes de llegar a la Moncloa y necesitar a Esquerra, no podemos sino asombrarnos. Dicen los barones fieles a Sánchez que el PSOE ha evolucionado y no se ha quedado anquilosado como los críticos (y viejos) militantes que ahora son ridiculizados o directamente despedidos. Pero eso no es una evolución, es una transmutación en toda regla.
La tercera es que España está partida en dos de modo artificial. Una inmensa mayoría no puede caminar bajo el yugo de los partidos independentistas que no llegan siquiera a gobernar en Cataluña. Y sin embargo se erigen como caudillos de una libertad que todo un pueblo le reclama, según su interpretación delirante. Que un partido como el PSOE denigre su historia de ese modo y se venda a ese grupo de iluminados es una tragedia para España.
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