Hay una importante corriente de investigación que analiza la personalidad de los líderes en las organizaciones y los gobiernos. Esta, aunque minoritaria, progresivamente va ganando ... mayor presencia, puesto que es evidente que la personalidad de quien ostenta el liderazgo va a determinar de modo muy relevante la vida de sus empleados o ciudadanos; argumento aún más cierto si tenemos en cuenta la magnitud de algunas de las corporaciones, particularmente tecnológicas, cuyo presupuesto e influencia en el mundo supera a la de muchos países. Así pues, si quien lidera una gran empresa o un gobierno posee una personalidad 'tóxica', 'oscura' o psicopática (términos que se emplean generalmente como sinónimos, aunque en sentido estricto no lo sean), ¿qué consecuencias podemos esperar? En la actualidad existe tanta historia visual y escrita (parece que imborrable) de los personajes que no hace falta entrevistarlos in situ para conocer si poseen un trastorno narcisista o una psicopatía. El mejor modo de valorar la personalidad de alguien es acudiendo a sus actos y, en segundo lugar, a las declaraciones de las personas que los trataron en el ámbito personal, profesional o social. Gracias a estos estudios psicológicos sabemos que hubo sujetos con fuertes tendencias psicopáticas que estuvieron detrás del colapso de 2008 (los CEO de Enron y el de World.com, por ejemplo), y que han existido otros financieros que han cometido delitos graves, no solo en el ámbito económico sino en el crimen violento, como Jeffrey Epstein. Otro nombre repetido que surge en estos estudios es el de Bernard Madoff, que provocó la ruina moral y económica de incontables ciudadanos de 40 países cuando se descubrió que fue el autor de la mayor estafa piramidal (o Ponzi) de la historia: 60.000 millones de dólares.
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En la política sucede otro tanto. Estremece comprobar que, no importa las lecciones de la historia, repetidamente los psicópatas toman el poder. Escribí en alguna ocasión que muchos expertos en salud mental de EE.UU. han calificado a Trump de «narcisista trastornado» o de psicópata, pero miren en dirección a Rusia, o a Corea del Norte... ¿No había rasgos inquietantes en un líder como Berlusconi? ¿Y los políticos y responsables de México que comercian con los cárteles en el hedor de una permanente carnaza? Pero no hace falta que exista tiranía o crímenes de sangre: estas personalidades destructivas pueden prosperar con el arte de la componenda sin principios o de la manipulación sin recato, proyectando la imagen falsa de que se quiere el bienestar del país cuando el propósito real es tomar o conservar el poder. Es más díficil detectarlos, pero no menos urgente.
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