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Es una tragicomedia, pero la parte de humor poco puede frente a sus efectos catastróficos. Trump con sus cajas llenas de papeles altamente secretos (sin ... desclasificar) en el baño de su casa (aunque no solo allí) de Mar-A-Lago. Documentos que comprometen la seguridad nacional junto (imagino) revistas de «lectura de baño» y los utensilios propios del aseo personal. Trump 'fardando' ante sus visitas de que puede mostrarles el último memo del Pentágono para controlar a los díscolos iraníes, y así todo. Podría ser perfectamente un sketch de 'Saturday Night Live', el veterano programa de humor del que surgieron tantas estrellas de cine (como Bill Murray e Eddy Murphy) y que en España y en todo el mundo ha servido de modelo para los programas de humor de televisión. Una de las cosas que dijo Trump cuando se vio acusado de llevarse a su casa los documentos 'top secret' es que él, como presidente, podría desclasificar cualquier documento «solo con mi pensamiento», y por ello todo lo que almacenaba en esas cajas estaba «automáticamente desclasificadas». La monda.
Pero como si estuviéramos en una comedia bufonesca a dúo, sin dilación pasamos al siguiente fragmento del show donde vemos a un líder de mercenarios -que empezó siendo un delincuente común, luego un cocinero de perritos calientes y finalmente chef de Putin antes de convertirse en el líder de su escuadra en la sombra para intervenir en guerras que interesaban al Kremlin- marchar sobre Moscú con sus veinte mil hombres y carros de combate. Pero, ¿qué broma es esta? ¿El jefe de un grupo de asesinos a sueldo da una asonada porque no le gustan las órdenes que recibe? Dijo que muchos de sus hombres murieron por las malas decisiones militares tomadas por el ministro de turno. ¿Y no le tembló el pulso cuando mandó al degolladero a los presos de las cárceles en pago de una futura (y dudosa) libertad si sobrevivían? ¿Y se va a enfrentar a un ejército regular de más de un millón de hombres?
Lo absurdo de la propuesta (como en el asalto al Capitolio) es lo terrorífico: perdida toda dignidad, todo respeto a la verdad, la sociedad queda a merced de los psicópatas, de sus ínfulas y delirios, de su monstruosa vanidad. Los millones de personas que dependen de su autoridad o de sus acciones (declarar una guerra o provocar una insumisión que pueda llevar a una guerra civil) no son sino meros extras que aparecen sin identificar en los títulos de crédito finales de las películas de horror que aquellos diseñan. Es una barbaridad que el planeta dependa de estos remedos de personas; de un Putin que sigue condenando a una Rusia a la tiranía de su historia, de un Trump que quiere destruir toda decencia y que amenaza con regresar.
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