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A los médicos y el personal sanitario solo les faltaba tener que lidiar con la violencia desatada de algunos clientes descontentos o, mejor dicho, muchas ... veces fuera de sí. La noticia de Javi Martínez en LP sobre dos hermanos que entraron armados en el hospital La Fe de nuestra ciudad armados con un cuchillo y una pistola para matar a quienes, según ellos, habían «asesinado» a su padre, es muy inquietante, por decir lo menos. Porque el asunto no es una broma: no solo tienen que enfrentarse estos profesionales a los problemas inherentes que tiene la sanidad pública española, que son, como saben, muchos, variados y profundos, sino que además hay una violencia creciente contra el personal sanitario, lo que supone, como es normal, una fuente de estrés muy grave para el desempeño de sus funciones.
Los números no engañan. Hace pocos días se publicaron los datos proporcionados por los colegios profesionales de médicos (no se incluyen los otros profesionales sanitarios). En 2022 recibieron 843 denuncias de acciones violentas, físicas o verbales, contra facultativos, lo que supone un aumento extraordinario: un 38% más que el año anterior y la mayor cifra que ha registrado nunca la Organización Médica Colegial desde 2009, el primer año que se empezó a contabilizar, a raíz del homicidio de una doctora en Murcia a manos de su paciente. Es cierto que la mayoría de las agresiones son verbales, lo que incluye insultos y vejaciones (el 47%), pero convendrán conmigo que un episodio así te puede arruinar el día, con el menoscabo que supone para los pacientes que están a su cuidado en esas horas (el 16% sí recibió golpes que lesionaron; el resto fueron amenazas y coacciones, el 37%).
Recuerdo muy bien los aplausos en la época del confinamiento. Nuestros médicos eran los héroes junto a los otros sanitarios en una época apocalíptica, cuando cada día morían (¡cuesta imaginarlo todavía!) mil personas por causa de la pandemia. En ellos nos identificábamos para simbolizar la resistencia ante la catástrofe. ¿Quién les iba a decir que iba a aumentar la violencia contra ellos por parte de quienes les aplaudían? Sería urgente conocer las causas y razones de este aumento, algo que ahora no está claro, pero en todo caso deberíamos reflexionar sobre lo antinatural que resulta atacar a quienes procuran la salud de los enfermos y hacer lo posible para que esa estadística empiece la curva descendente. Porque, repito, un médico o enfermero amenazado de muerte o vejado gravemente o herido por una agresión es un agujero espiritual durante unas horas en el hospital o centro de salud en el que ocurra. Y eso mina un trabajo que en muchos casos ya es titánico.
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