Las Memorias escritas por Alexéi Navalni 'Patriota: Memorias', aparecido el mes pasado, es un testamento a su coraje y una radiografía implacable del sistema autocrático ... implantado por Putin hace veinticinco años, donde el uso de la censura, la extorsión, el asesinato selectivo de periodistas y opositores y de la guerra (Chechenia, Crimea, Ucrania) ha sido moneda corriente y seña de identidad del régimen. Es una autobiografía que tiene el valor extraordinario de constituir una crónica detallada, con un estilo brillante y cercano, de la increíble odisea sufrida por Navalny en los últimos años, cuando el tirano comprendió que tenía a un rival de altura, a quien no podía ignorar. Además, el análisis se extiende a su infancia, en los años 80, lo que permite tener una mirada cercana de cómo funcionaban las cosas en la antigua URSS y las razones de su descomposición, una mirada no exenta de humor, para deleite del lector.
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Sirva de ejemplo, hablando de la ciudad militar en la que creció (sus padres eran militares), y de la exigencia de que cualquier familiar que quisiera visitarles debía pedir antes un permiso a las autoridades: «A la manera estrictamente soviética, lo estricto del sistema se compensaba siempre con un agujero de la valla por el que podía entrar y salir cualquiera que, por una razón u otra, no hubiera conseguido un pase de antemano». Pero lo realmente extraordinario es todo el proceso de acoso brutal del que fue objeto por parte de Putin, que tuvo el punto culminante en el envenenamiento que sufrió en un avión que casi le mata. Literalmente Navalny fue salvado por Angela Merkel, quien gestionó con el Kremlin su traslado urgente en un avión a Alemania para que fuera atendido in extremis.
Pero más allá de la crítica social acerada, del análisis lúcido de la realidad de la Rusia actual, estas memorias extraordinarias se leen como un thriller: Navalni, su entregada esposa y su grupo de colaboradores emplean todos sus recursos y habilidades para agujerear la capa ominosa de mentiras que forma parte del aparato político ruso, a modo de desafío mortal entre el gato y el ratón, descubriendo por internet a todo el mundo las mentiras recurrentes y el juego sucio de un presidente que no se ha detenido nunca en su hostilidad abierta contra las democracias del mundo, resucitando la guerra fría. Desde luego, ya sabemos cómo terminó Navalni, asesinado en una cárcel rusa por omisión del deber de mantenerlo salvo. Es un final triste, pero el resultado es inspirador, su sacrificio, autoimpuesto porque era su obligación, es una página indeleble de la lucha del espíritu humano por lograr la dignidad y mantener vivo el combate frente a un Estado corrupto e inmoral.
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