En la sesión del control al Gobierno del pasado miércoles, Ione Belarra, la líder de Podemos, se encaró con el presidente Sánchez acusándole de hacer «política de derechas» toda vez que este llevaba «un año al frente de este Gobierno en el que solo manda ... usted», dando a entender que la exclusión de su partido del Consejo de Ministros supone que Sánchez es solo un conservador que pasa por 'progresista'. En su réplica, el presidente le dirigió un mensaje muy revelador: «no se equivoque de equipo». Y sí, esta es la gran tragedia del parlamentarismo español: aquí todo va de «equipos», de ganar al otro, ya sea por lo civil o por lo criminal, y lo de menos es el bienestar de los españoles.
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El espectáculo ya visto mil veces del «¡Y tú más!» del pasado miércoles a propósito de la corrupción es ya, en sí mismo, un fresco de la realidad patética de nuestra política. Por desgracia, no es solo que la incompetencia asome ocasionalmente en las leyes (el fiasco de las rebajas de penas a los violadores en la ley famosa impulsada por Podemos de la libertad sexual; las rebajas por un 'error' de las condenas a los etarras), sino que se torna particularmente dolorosa cuando vemos que el problema de la vivienda está alcanzando números más que alarmantes. Se supone que un gobierno eficaz ha de ser previsor, ha de tomar medidas antes de que la necesidad se torne acuciante. ¿No cuentan con asesores mil? ¿No disponen de las mejores fuentes de información disponibles?
Que los jóvenes no puedan adquirir una propiedad al llegar a la treintena es algo de lamentar, pero que ni siquiera puedan alquilar un piso porque apenas hay oferta y los precios están por las nubes es una auténtica patología social. Mientras tanto, nuestra vida política ha girado sobre la amnistía y la memoria histórica, nada más urgente para nuestro futuro, supongo. Nos merecemos algo mejor que unos charlatanes dándose tiros para machacar la imagen del contrario. Se entiende que los buenos no quieran entrar en la política. ¿Qué futuro espera a alguien íntegro cuando observa ese inacabable espectáculo de malos modos, insultos, mentiras e incompetencia? Lo peor es que este desprestigio de la democracia es un proceso muy peligroso, porque da alas a los 'salvadores de patrias' que, con el pretexto de acabar con estos turbios manejos, esconden una agenda de odio, división y viejas recetas populistas que la historia ha desacreditado repetidamente. Comprendo que el antagonismo sano es la base del juego de la alternancia de poder, pero cuando todo vale y el fin último es su conquista, el daño a la sociedad es inmenso. ¡Qué hastío! Lo repito: nos merecemos algo mejor.
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