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La gente se echa las manos a la cabeza al conocer la profunda perversidad del pederasta de Madrid que violó a su hija de meses en dos ocasiones, grabó la monstruosidad, e hizo partícipes a otros pederastas de la oferta depravada de 'disfrutar' de su ... propio bebé. Y no es para menos. Para un ser humano con un mínimo de principios morales esta conducta traspasa todo límite. Es aquí donde cobra todo su sentido el adjetivo 'monstruo': este es quien nos provoca horror, nos conmociona, nos produce asco, porque traspasa la frontera de lo humano para mostrarnos la profunda oscuridad que puede albergar el alma humana.
En un sentido más criminológico, un comportamiento de tal naturaleza puede explicarse de acuerdo con varias ideas. La primera es la de la psicopatía. Hay sujetos que carecen de una mínima capacidad para vincularse afectivamente con los otros. Esta carencia emocional desplaza el foco de atención de lo que es una vida 'normal' hacia la satisfacción de los propios apetitos. En vez de forjar un proyecto de vida donde toman protagonismo las relaciones afectivas a través de las cuales hemos forjado unos principios morales y una conciencia que nos castiga si los quebrantamos, el psicópata sustituye ese proyecto personal de autorrealización respetuoso con la dignidad humana por el afán de satisfacer sus pulsiones desviadas: lo que importa es alcanzar la plenitud emocional haciendo lo que le dictan sus anhelos dañinos. El mal que causa no es relevante para él, puesto que no empatiza con la víctima ni siente remordimiento alguno por sus actos infames.
La segunda idea es la de la fantasía. Los psicópatas que matan o violan de modo serial han generado una fantasía cuya realización les colma de una gran satisfacción, un estado de autorrealización monstruoso, donde el sujeto se siente particularmente vivo. Este tipo de criminales, al buscar destruir a su víctima (física o psíquicamente) no hacen sino perseverar en su naturaleza esencial, es decir, la de ser un monstruo. La tercera idea que explica este caso es la desviación sexual de la pedofilia: el deseo de poseer a niños, de convertirlos (cosificados) en los instrumentos de su placer. Psicopatía, fantasía depravada autorrealizante y pedofilia explican los actos de esta escoria humana, de este monstruo. Añádase a esto como elementos facilitadores una madre en condiciones morales y psicológicas precarias y un ambiente cotidiano corrompido y marginal, y ya tienen ustedes la foto final de este suceso tan trágico. Los monstruos viven con nosotros, y acechan a los más vulnerables o a los que tienen la mala fortuna de enfrentarlos por el azar de la vida.
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