Corrupción en los negocios; administración desleal; blanqueo de capitales y pertenencia a una organización criminal. Estos son los cargos que penden sobre Luis Rubiales, recién ... llegado de sus negocios en República Dominicana, antaño todopoderoso presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Y todo por un beso, como glosaba 'La flaca', la conocida canción de Jarabe de Palo: «Por un beso de la flaca/ Yo daría lo que fuera/ Por un beso de ella/Aunque solo uno fuera». Me imagino a Rubiales maldiciendo en arameo el momento en el que decidió besar efusivamente a Jenny Hermoso, visto lo que ese ósculo desencadenó. No dará crédito: como un personaje más de la Semana Santa que acabamos de vivir, se mesará los cabellos y se rasgará las vestiduras, y no es para menos. No recuerdo en la España de los últimos decenios otro episodio en el que un acontecimiento aparentemente banal y festivo, como es el de dar un beso, tuviera repercusiones tan extraordinarias.

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Porque no solo ha sido la vida de Rubiales la que se ha dado la vuelta como un calcetín. Recuerden que el entrenador que ganó la Copa del Mundo hace tiempo que está cesado, además de procesado por haber coaccionado a Hermoso para que no denunciara a Rubiales. El beso a Jenny se convirtió en un huracán cuyos efectos en la Federación todavía colean, y se llevó a su paso a otros nombres antaño intocables por ser de la confianza de Rubiales. Todo esto es más extraordinario si cabe al recordar que el beso tuvo su origen o motivación en el éxtasis que, según declaró el encausado, le había producido la obtención del campeonato mundial (esta tesis viene avalada por su ya célebre gesto de entrepierna en el palco al finalizar el partido).

La reflexión que hacer es bastante simple, a mi criterio. Si Rubiales se hubiera contenido en su efusión hoy nada de esto habría sucedido. En otras palabras: todos estos presuntos delitos no se habrían conocido (y, por consiguiente, seguirían ocurriendo) si Rubiales se hubiera comportado correctamente, no como un patán de tomo y lomo. Y esto es lo que debería escandalizarnos de verdad. Ha dicho Rubiales que no puede creerse que besar a una mujer sea considerado una agresión sexual, que le parece una barbaridad. Nosotros lo que no podemos creer es que una institución tan importante en nuestra cultura (por que sí: el fútbol es cultura, sin entrar en su calificación) como la Federación Española de Fútbol haya tenido, en primer lugar, como presidente, a alguien como Rubiales. Y, lo que es peor, no nos podemos creer que una vez en la poltrona hubiera convertido a la Federación en su cortijo. Pero si Koldo, ¡ay!, pudo ser consejero de Renfe... Los patanes al poder.

Estos presuntos delitos no se habrían conocido si Rubiales se hubiera comportado correctamente

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