Nicolás Maduro acaba de decretar que este año la Navidad comenzará en octubre. ¿Por qué no? El heredero de Hugo Chávez puede hacer lo que se le antoje, apoyado por unas fuerzas armadas a las que mima y protege, su único bastión en medio de ... un país al que mata sin piedad desde hace años, desangrado en recursos y población (siete millones de exiliados, que se dice pronto). Como es lógico, no le ha podido importar menos el resultado real de las pasadas elecciones; él sigue a su bola, clamando contra las 'fuerzas desestabilizadoras' de la gran democracia que él ha desarrollado en legítima defensa del pueblo al que preside. ¿Qué no quiere mostrar las actas de las votaciones? ¿Y qué más da? Con el poder judicial secuestrado y servil hasta la infamia, a él la presión internacional le da igual, aunque se quede sin avión presidencial o del todo aislado. Él sabe que mientras tenga asegurado el servicio de las pistolas nadie le va a mover de ahí.
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Maduro ostenta un poder basado en la tiranía diáfana que ha contado en nuestras lindes con el beneplácito de Zapatero y Podemos (para su vergüenza eterna) y con una 'cierta comprensión' de algunos estados de Latinoamérica en determinados momentos, sin que la actual pérdida del apoyo de estos últimos le vaya a suponer una razón para abandonar el poder. Por la crudeza y nitidez de su embuste, es una expresión modélica de la dictadura que subvierte el lenguaje para reclamar legitimidad. Él sabe que la verdad es lo contrario de lo que hace y dice, pero no le tiembla el pulso a la hora de representar una farsa ante su pueblo y el mundo. Porque cuando el país se muere por inanición solo el más miserable de los líderes puede no darse por enterado. Y sin embargo, en pleno siglo XXI, a las puertas de los viajes espaciales comerciales, su presencia supone una imagen atávica de un sistema de gobierno basado en la tiranía que solo puede compararse al de Corea del Norte.
En una perspectiva más amplia, Maduro simboliza lo que el pensador Andrezj Lobaczewski definió como una «patocracia»: el gobierno de un país por parte de un psicópata quien, a su vez, se rodea de una camarilla de gente sin escrúpulos, o meramente agradecida y ambiciosa que secunda sus planes y posibilita que el tirano se instale en el poder y no lo suelte salvo por causa mayor. Hitler tuvo a Goebbels, Göring, Hess y otros, sin ellos no hubiera podido crear su régimen de terror. En Venezuela solo el estado policial mantiene esta farsa continua que se representa cada día ante los ojos atónitos del mundo. Maduro va a necesitar más que sanciones y condenas para irse. Cuando un psicópata se apega al poder o lo derribas a la fuerza o te lo comes con patatas.
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