Si hay que pedir disculpas, se piden», declaró Pedro Sánchez pocos días antes de que se celebrara la sesión en el Congreso donde se producía ... la modificación de la ley de «solo sí es sí», esa que ha enfrentado al Partido Socialista y a Unidas Podemos en ese estéril debate que ya conocemos todos. Lo interesante de la 'casi' disculpa de Sánchez es la renuencia a formularla, porque en rigor hay un condicional: «Si hay que pedir disculpas», es decir, si es que acaso es necesario hacerlo, lo que podemos interpretarlo como «yo no creo que sea necesario, porque en realidad esta ley es muy buena, y lo otro son efectos nimios que no deben preocuparnos». Claro que eso «otro» son cien excarcelaciones adelantadas y mil rebajas de penas.
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En cualquier otro país del mundo democrático esta afrenta a mil cien mujeres (y las que vendrán, pues todos los ya condenados hasta la nueva entrada en vigor de la ley retocada se acogerán a la anterior versión de la ley si les beneficia) hubiera provocado como mínimo el cese del ministro responsable. Pero aquí, al modo populista ya conocido del partido 'progresista', la culpa la tuvieron los jueces 'machistas', que sabotearon la ley por razones ideológicas, al igual que la subida de los precios de los alimentos era culpa de los empresarios del sector, y otras salidas de semejante calibre intelectual.
Qué quieren que les diga; no hay más cera que la que arde. La democracia, entre sus males, permite que los ignorantes nos gobiernen sin que hayan acreditado otra cosa que fidelidad a sus siglas identitarias. Estos se revuelven con más furia si cabe que el político promedio ante la asunción de culpas y responsabilidades por los errores cometidos, ya que al conocer que en realidad no saben apenas nada de su trabajo y que cobran un pastón solo por sus méritos arribistas, sienten con mayor vehemencia la necesidad de negar algo que (muy) en el fondo les avergüenza porque saben cierto: que no han hecho nada meritorio para ser gobernantes.
Sánchez no es tonto, por supuesto, y si ha tenido que bregar con el proceso de reforma de la ley es por el escándalo que esto provocó; si nadie hubiera dicho nada la reforma no se hubiera producido. De ahí que, tras el error mayúsculo cometido por la incompetencia de la líder morada, haya ensayado ese intento de disculpa. Siempre me ha maravillado esa alergia de los políticos a entonar el mea culpa, porque creo que se fundamenta en la falsa creencia de que asumir un error conlleva el rechazo del electorado. Más bien creo lo contrario, que nos hemos sentido insultados por la ministra cuando intentó echar la culpa de su incompetencia a todos los demás.
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