¡Todos quietos, por favor!

Lo mismo podría decir de las elecciones en Estados Unidos. Cada vez que Trump aparece acusado de algo y tiene que ir a juicio sube el pan y el magnate avanza en popularidad. Al final, todo es tan absurdo, que empiezo a verle la gracia a todo este proceso demencial. ¿Saben que ya ha sido condenado en un tribunal civil por violar a una reportera de la revista 'Elle' hace muchos años? ¿Saben que ha sido condenado en un tribunal de Nueva York por falsear las cuentas de su empresa? ¿Saben que tiene pendientes los juicios por el asalto al Capitolio y por llevarse a su casa y guardar en su baño material clasificado? Es el mundo al revés: cuanto más sinvergüenza es el candidato, más favorito es para ganar las elecciones. Trump, que ha dicho que va a ejercer de dictador, es la amenaza más creíble a una democracia moderna (la más importante del mundo, nada menos), y nosotros lo estamos viendo como si fuera una docuserie 'basada en hechos reales'. Entonces, por favor, les ruego a los fiscales del país de las barras y estrellas que no acusen más a Trump de nada, déjenlo, por favor, que vaya a su aire. Al fin y al cabo, cuando sea presidente, tiene el poder de aplicarse a sí mismo la amnistía.

A sus seguidores no les importa ninguna de sus salidas de tono, por decirlo suavemente. Preguntados, dicen que todos los candidatos tienen sus trapos sucios, y además consideran que Dios ha elegido a un pecador para hacer su obra, lo que tiene su tradición en la Biblia. También en España, a tenor de la última encuesta del CIS, a la ciudadanía le importa muy poco la amnistía, porque el PSOE sube en intención de voto al perdonar a los delincuentes. Entonces, quizás la solución sea elegir a los más pecadores, y no buscar a los virtuosos, porque esto parece que no cuenta con el favor popular. Todo muy posmoderno.