Lo más cerca que estuvo Sánchez de decir la verdad fue cuando, en el pleno de investidura, más o menos reconoció que, en vista de ... los resultados electorales, no había tenido más remedio que tragarse el sapo del independentismo en forma de amnistía y otras prebendas. Este desliz no sentó nada bien a Junts, partido que en su alocución posterior le dejó muy claro que no se fiaba un pelo del presidente, y que iban a mirar con lupa el cumplimiento de lo pactado en el acuerdo suscrito entre ambos partidos. Todavía más: su tono fue amenazante, y puso negro sobre blanco que si no se producían los avances deseados por el independentismo se lo iban a hacer pagar con sangre. Fue sobrecogedor, pues era la 'foto finish' que resumía todo el camino recorrido hasta ese momento: España entregada al precio de saldo de un partido de siete escaños.
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Fue un momento, ya digo, devastador para cualquier demócrata que se precie, pues se puso en evidencia con toda crudeza hasta qué punto Sánchez ha sido capaz de vender la dignidad del Estado por un puñado de votos. Se maquille como se quiera, no hay manera de asumir el relato de este viraje de 360 grados «por desjudicializar la política»; es tan flagrante la mentira y la ignominia de esa venta de los principios de una democracia por poder seguir en el poder que produce sonrojo en toda persona con un mínimo de sentido común y de ciudadanía. Que los acólitos de Sánchez le hayan vitoreado como si fuera un estadista de altura, un Churchill español en tiempos de grave riesgo para España (de que gobierne la manoseada hasta la náusea «ultraderecha»), no prueba sino la gratitud de los estómagos agradecidos para con su amado líder. Da igual que este PSOE haya dejado los pelos en la gatera de su pasado obrero y en lucha por sus convicciones de igualdad y justicia social, lo fundamental es que los aplaudidores tienen su puesto de trabajo asegurado para los próximos cuatro años.
No me cabe duda de que Sánchez va a ser capaz de aguantar los próximos cuatro años. Irá dando poco a poco lo que le piden; se hará de rogar en algunos casos, seguro, pues es bien consciente de que hay una parte importante de su partido que se ha tenido que tapar la nariz para la investidura. Pero cuando las cosas parezcan muy crudas, y Junts se vea tentado de tomar la calle de en medio, Sánchez obrará su 'magia' y venderá una nueva concesión para el proyecto de la 'nación' catalana. Y ahí estaremos el resto, resignados, viendo el mercadeo y la mentira y la fábula hacerse los dueños del relato político. El independentismo amenazó sin tapujos a Sánchez, todos lo vimos. Fue su modo de tocar a degüello, como las tropas de Santa Ana ante los combatientes del Álamo.
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