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El Tribunal Supremo da la batalla a la ley de la Amnistía. Desde mi puesto como simple observador, entiendo que dicha ley no deja las ... cosas del todo claras, y es en esos agujeros interpretativos por los que el juez Llaneras rechaza aplicarla en los casos de malversación. Viene a decir que los condenados obtuvieron un beneficio económico, porque al utilizar un dinero público para financiar el 'procés' evitaron poner el dinero de su propio bolsillo. Como consecuencia, si bien es cierto que ellos no sumaron a sus cuentas corrientes dinero que no les correspondía, sí que malversaron, porque dejaron de perder un dinero que tendrían que haber utilizado si no hubieran gastado el dinero de todos para financiar su objetivo político (la independencia), y de ahí la malversación.
El Supremo es el último cortafuegos contra una ley que es una vergüenza, porque es público y notorio que fue el precio a pagar (entre otros, porque el chantaje no tiene fin) para asegurar un puñado de votos en el Congreso. Presumiblemente, sin embargo, el Tribunal Constitucional (de mayoría 'progresista', signifique lo que signifique este adjetivo) dará vía libre a la amnistía en su momento, y el Supremo solo habrá dilatado en el tiempo lo inevitable. Los jueces son un poder independiente, y hay que velar porque esto sea así por nuestro bien, pero no cabe duda que su modo de pensar como civiles influye en su labor; negar esto sería absurdo, como lo prueba la lucha encarnizada por renovar el Consejo General del Poder Judicial. El 'truco' está en equilibrar las fuerzas para que ningún partido político cuente con una justicia consentidora con sus postulados.
Vean lo que ha dictaminado el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. En un nuevo empujón para que la pesadilla de Trump como presidente vuelva a ser una realidad (solo que mucho peor si se consuma), ha declarado que quien ostente ese cargo tiene inmunidad total cuando actúa en calidad de tal, es decir, en actos oficiales de su presidencia. El disparate, por sus consecuencias, se convierte en una historia terrorífica. Por ejemplo, Joe Biden podría decretar el asesinato de Donald Trump por considerarlo una amenaza real para la democracia de su país (lo que efectivamente es) y sería perfectamente legal. Trump, si estuviera en el poder, podría hacer literalmente lo que le diera la gana porque tendría total inmunidad: desde cerrar el Congreso hasta declarar la ley marcial en un estado hostil. Y si en calidad de presidente se sintiera amenazado por alguien podría matarlo con sus propias manos. Fue Trump quien nombró a los jueces que ahora se doblegan ante él por sumar una mayoría. Cuando la ética de las leyes se profana aparecen los monstruos.
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