Secciones
Servicios
Destacamos
Me acuso de contaminar. Soy un contaminador nato, desde que me levanto hasta que me acuesto, y también de noche, mientras duermo, porque sigo respirando, ... echando maldito anhídrido carbónico a la atmósfera, alguna vez hasta me despierto sobresaltado porque sueño, y eso acelera sin duda el metabolismo y me obliga a orinar a deshoras; incluso me noto algo sudado, estas noches terribles de tórrido verano.
Contamino sobre todo con el coche, que hay que ver cómo tira el tubo de escape. Y encima diésel. Para qué vamos a seguir. Y antiguo, nada de jaibraid y todo eso, ni con etiqueta molona. A gasoil de toda la vida; con la ITV en regla, pero echando partículas contaminantes que lo impregnan todo y llenan de razón a quienes hacen campaña contra todo eso y propugnan cambios radicales, tan necesarios. Fuera coches, más impuestos, menos plásticos, más vigilancia, menos alegrías, más controles, y desde luego más dolor de conciencia por lo que está pasando, por nuestras culpas, y algún propósito de enmienda.
Comprendo que tengan que hacerme pagar por lo que contamino, a todos los que contaminamos. Acepto incluso seguir algún curso de reorientación educativa al respecto, acorde con el momento y las circunstancias, al estilo de lo que continúan haciendo en algunos países del mundo con quienes se muestran reacios a seguir pautas colectivas, a obedecer lo que toca. Acepto hasta pulpo como animal de compañía, y sobre todo asumo ya el principio sacrosanto de que quien contamina paga.
Porque esta es la razón principal que ilumina el controvertido nuevo impuesto que nos preparan para circular por autovías. Y yo digo: no sólo autovías y autopistas, no se queden siquiera en las carreteras nacionales del plan Redia, incluyan también carreteritas comarcales, caminos vecinales y sendas de carro con hoyos de medio metro. No se priven. Todo contra el coche. El coche debe volver a ser algo de lujo, de ricos. Si no para qué. Si todos acabamos comiendo buen jamón y bebiendo vino de marca, ni el jamón es ya el jamón de antaño ni el vino mola. Fuera la vulgaridad, y más aún la vulgaridad contaminante. Coches eléctricos porque sí, y limitados a quienes puedan cargarlos en sus garajes, no vamos a tender cables desde los pisos a la calle; menudo lío. ¿Cómo conseguirlo? Poniendo el asunto caro. El dinero selecciona y diferencia, siempre fue así. Menos tráfico, menos desgaste del asfalto, más tranquilidad para quien pague. No es por el mantenimiento, ni cabe discutir si ya pagamos por triplicado; es por contaminar, y eso hay que asumirlo. Yo, desde luego, me acuso de ser contaminante. Que quede claro. Y si contaminas, pagas. Repítanlo a menudo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.