De entre todos las infracciones, despistes, errores y meteduras de pata que cometemos al volante hay unas que desquician más que otras a quienes las sufren, porque implican mala voluntad, no sólo son meras equivocaciones o descuidos. Y entre ésas, la peor: cuando un vehículo ... te adelanta en la autovía, o en una avenida urbana, y cruza a renglón seguido a la derecha para desaparecer por la salida o o la calle inmediata, obligando a los demás a frenar para evitar sustos mayores.
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Qué clase de pensamientos, o de carga de soberbia y mala educación, puede llevar encima alguien que, viendo que se aproxima el punto en el que tiene que salir, en vez de hacer lo que sensatamente debe, acelera para adelantar al quien le antecede y baja súbitamente la velocidad para incorporarse a la salida y no chocar con los que ya han salido antes por la vía de desaceleración. O, en tramas urbanas, cuando son vías de más de un carril, alguien hace lo mismo y tuerce enseguida por la primera bocacalle que viene.
¿Qué adelantan en esas situaciones, si acaban parando un poco más allá, en un 'stop' o 'ceda el paso? ¿Por qué no aguardan un segundo más como venían circulando y salen tranquilamente cuando tengan a mano la embocadura del desvío previsto? Si no se lo va a impedir nadie, ni cambiará de sitio. Es más, lo harán con toda tranquilidad, sin molestar ni provocar situaciones de riesgo, ni sembrar tampoco enfados entre quienes se vean sobresaltados ante tales actitudes avasalladoras, incaicas y carentes del mínimo respeto.
Las estadísticas nos indican a menudo cuáles son las causas más frecuentes de accidentes graves y de sanciones de tráfico, y entre ellas figuran en primeras posiciones los excesos de velocidad, no llevar el cinturón de seguridad, saltarse señales de parada o semáforos en rojo... En cambio no suele hacerse hincapié en muchas otras cosas que inciden de continuo en la buena marcha de la circulación e implican comportamientos irregulares, incívicos, peligrosos y también avasalladores. ¿O no lleva intención de avasallar quien obra de tales maneras? Aquí no vale la excusa, ahora tan frecuente, de que el navegador le indicó de repente que tenía que desviarse por la siguiente salida. No, eso puede valer en una rotonda, donde entre tantas señales y posibilidades cabe cierta confusión y obliga a ser comprensivo con quien duda un momento. En cambio no cabe disculpa donde es preciso sumar a la posible distracción la voluntad de hacerlo mal e incordiar al prójimo. Ni siquiera cabe la disculpa de que «ya puse el intermitente». Menuda tropa. ¿Y aún dicen que...?
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