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La existencia de almendros amargos incontrolados en infinidad de campos y linderos es una de las causas que actualmente complica la comercialización de almendras dulces, porque el mercado valora a la baja o rechaza aquellas partidas en las que no pueda acreditarse fehacientemente la inexistencia ... de almendra amarga. Por el mal sabor y por el peligro potencial de las pequeñas cantidades de cianuro que contienen.
Las almendras amargas son muy desagradables de comer, Pero ese sabor amargo es protector, porque ahuyenta su ingestión, y así se evita algo mucho peor: sufrir intoxicación e incluso, en remotos casos extremos, la muerte a causa del ácido cianhídrico.
Para llegar a poner en grave riesgo la vida, una persona debería comer entre kilo y medio y tres kilos (dependiendo del peso de cada uno) de almendras amargas, lo cual es muy improbable. Cualquiera sabe que al primer bocado por error, apenas notamos el sabor amargo, escupimos rápidamente la pequeña porción de almendra amarga sin llegar a tragarla, y aún así se mantendrá el mal gusto durante mucho rato. A lo sumo, y pensando en inciertos equívocos, comiendo alguna almendra amarga podríamos llegar a sufrir un dolor de cabeza pasajero.
La almendra amarga contiene amigdalina (también está en las pepitas de albaricoque, melocotón, ciruelo...) que se descompone en azúcares, benzaldehído (que aporta el sabor amargo para alejarnos) y ácido cianhídrico, la sustancia venenosa.
Las grandes cadenas de supermercados de todo el mundo y las empresas elaboradoras que les venden turrones y cualquier otro dulce o snack con almendras, no quieren ni un grano de las amargas. Ningún error o despiste. El cianuro no es nada popular, ni en proporciones infinitesimales. Imagen lo que pasaría con una simple denuncia de alguien por un dolor de cabeza que achacara a la mínima porción de almendra amarga en cualquier producto. Por tanto sólo buscan y compran partidas de almendras dulces certificadas al 100%, lo que únicamente es posible acreditar hoy en modernas explotaciones y deprecia muchas veces cultivos artesanales de mucha calidad, donde, sin embargo, no hay garantía total de que se evite la recolección sin querer de algún árbol del que no se sabía que era amargo.
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