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La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha lanzado una propuesta de rearme, por lo que pudiera pasar. Con la vista puesta en las actitudes amenazantes de Putin, lo que plantea Bruselas a los países miembros de la UE consiste en que ... conviene destinar más dinero, primero, para fortalecer a Ucrania en su lucha contra la invasión de Rusia, y segundo, para que con ese sobreesfuerzo se dote de más armas y munición a la propia Unión Europea, por si la contención ucraniana no fuera suficiente y hubiera que hacer frente a agresiones directas del régimen de Putin.
Sin embargo, ese planteamiento previsor para casos de grave conflicto se queda corto si únicamente se fija en el aspecto armamentístico. Porque, vale, puestos en lo peor, nos defendemos como podamos, pero ¿qué comeremos? ¿Habrá bastante? Si lo que está en liza es garantizar la seguridad a ultranza, lo primero es la comida. Antes que nada, plena soberanía alimentaria. No depender de otros, porque a lo peor no tienen, no traen o no podemos pagar. Como mínimo sufriríamos en calidad y diversidad. Y es obvio que la Política Agrícola Común da ahora preferencia a todo tipo de mimos medioambientalistas y desincentiva la producción, lo que viene siendo objeto de sonadas protestas del campo
Se supone que la propuesta de Von der Leyen se basará en sesudos informes y estudios y que es lo que toca hacer, dadas las circunstancias, porque, a la vista está la dinámica de Putín y los suyos y, encima, si Trump llegara de nuevo a la presidencia de EE UU, ya ha dicho que no quiere ayudar militarmente a Europa. Pero es lógico que el rearme no sólo debiera centrarse en las armas, sino en fortalecerse en todos los sentidos. Sólo quien come bien está fuerte, y para comer bien ha de estar bien surtido, sin esperar a que llegue de lejos la comida. Y como la comida, cualquier otro artículo necesario. Hay que recuperar plena capacidad productiva para soslayar dependencias peligrosas. Que no vuelva a pasar aquello de la carestía de mascarillas y demás material sanitario. Menos aún con la alimentación.
Hace años supimos de una destacada personalidad política valenciana que había sido seleccionada por la OTAN para formar parte de un nutrido equipo de especialistas encargados de identificar, desde el plano civil, todo tipo de artículos y servicios que debieran mantenerse plenamente operativos para que la población se mantuviera bien surtida en hipotéticas situaciones de guerra. La idea era trasladar todas las necesidades posibles a las autoridades para que mimaran los sistemas encargados de garantizar dichos abastecimientos. Desde entonces, la sociedad europea se ha hecho más urbana y considera mayoritariamente que la alimentación está siempre ahí, sin riesgos, porque vendrá de donde sea, incluso más barata desde fuera. O no. Hay que ser consecuentes. ¿Más armas?, quizá. ¿Y la dependencia agroalimentaria?
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