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A menudo cuesta infinito que se acojan ideas y técnicas bien probadas y largamente contrastadas, pese al mejor empeño desinteresado en conseguirlo. Lo más habitual es que se desconfíe de todo aquello que no coincida en la percepción inamovible de partida y cunda el antoengaño.
Por ejemplo, en relación con el problema de la 'pinyolà', un pequeño grupo de citricultores expresa en una tertulia de bar, a la hora del almuerzo, su convicción de que la causa es el viento. Están de acuerdo en que se debe a la polinización cruzada, pero no lo están tanto en que ésta sea facilitada sólo por insectos polinizadores, en su deambular de un árbol a otro, de flor en flor, cruzando sin querer el polen entre unas variedades y otras de mandarinas. Es por el viento, insisten, y, según argumentan, ésa es la idea mayoritaria entre muchos otros compañeros. De nada vale que se les argumente una y otra vez que desde hace décadas está demostrado científicamente que el polen de los cítricos apenas puede viajar con el viento, porque es pesado y viscoso, no ocurre como en otros casos (pinos, por ejemplo), donde el viento expande la polinización fecundadora. Pues no hay manera: «Es el viento -repiten-, la prueba es que el año pasado hizo mucho viento y tuvimos más 'pinyolà'». Y de nada vale decirles que eso no es científico, que la investigación es otra cosa, que... Imposible. Tanto, que advierten seriamente que si unos tienen una opinión, ellos tienen la suya. Y ya está. Tampoco sirve sostener que los postulados científicos, debidamente demostrados, no son opinables. Una molécula de agua la componen dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno; estaría fuera de lugar que alguien se empeñara en que también lleva azufre. Pero nanay.
Segundo ejemplo. Ante los graves problemas comerciales en la segunda parte de la campaña citrícola, un importante productor aboga en público por el cierre de fronteras, para que no entre fruta de fuera. «Pero, hombre -le explican-, eso es hoy imposible de esa manera en Europa; y, además, ese hipotético cierre iría en ambos sentidos, y nosotros producimos para exportar». Pues no hubo manera. Él sabe que tiene la solución.
Es curioso: cuesta menos engañar a alguien que convencerle de que le están engañando.
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