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En los próximos días se va a producir seguramente el desenlace del polémico asunto del herbicida glifosato en la UE. Tras no aprobarse en primera ... instancia, semanas atrás, la propuesta de Bruselas para prorrogar por diez años la autorización que caducará el próximo 15 de diciembre, las instituciones europeas y los estados miembros deben pronunciarse definitivamente al respecto, mientras se multiplican las presiones de organizaciones ecologistas, políticas y urbanas que propugnan la prohibición del controvertido producto o, cuanto menos, la imposición de severas restricciones que caminen en poco tiempo hasta su desaparición total en la UE.

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Lo que se decida ahora va a tener una gran importancia, naturalmente, y no sólo por lo que se refiere al uso de este herbicida, esencial para la viabilidad de infinidad de cultivos que no cuentan actualmente con alternativas eficaces. También será muy relevante lo que se apruebe para vislumbrar qué podrá ocurrir a continuación con la programada eliminación de gran parte del listado de plaguicidas que aún se permiten. Lo que hagan los responsables europeos en los próximos días marcará tendencia. Aunque el asunto se refiera ahora únicamente al glifosato, las condiciones que decidan los gobernantes pueden indicar hasta qué punto son conscientes de la realidad productiva, de los problemas de los agricultores y de la necesidad de que la ciudadanía disponga de suficientes alimentos y a precios razonables o, por el contrario, están más proclives a otras sensibilidades que se empeñan en imponer criterios ecologistas radicales, sin ver que eso traería -como ya empieza a barruntarse en muchos casos- menores existencias, mayores subidas de precios y hasta posibles situaciones de escasez.

Lo más desasosegante es que, frente a las aguerridas campañas de los contrarios al glifosato -y a los plaguicidas en general- no se ven actuaciones efectivas de quienes están a favor, pese a que dependen de ello, ni tampoco se dejan sentir voces académicas que les defiendan. Casi dos millones y medio de firmas se han reunido en la UE contra el glifosato y los fitosanitarios en general. En España, más de 150 organizaciones -la mayoría con poquísimos miembros, claro, pero activísimos, capaces de hacer mucho ruido mediático- le han dicho lo mismo al Gobierno, donde Sumar y Podemos están en el mismo lado de la prohibición.

Si las decisiones de un gobernante se basaran sólo en el peso de las voces que vea enfrente, el desenlace estaría más que cantado, cuando desde el campo apenas surgen contrapesos rotundos; sólo reina la inacción salpicada de fugaces lamentos sin notoriedad. Después no se quejen.

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