El escritor Henning Mankell (fallecido en 2015) escribió en 2008 su novela 'El Chino', en la que, bajo la sugerente trama de un thriller, vino a avisarnos de algo muy serio: la creciente expansión colonizadora china ante la pasividad de un Occidente autocomplacido en viejas ... glorias y valores que consideramos a salvo de todo.
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El maestro sueco de la novela negra vivió muchos años a caballo de su país de origen y de Mozambique, donde ejercía además de director teatral en la capital, Maputo, y observaba en directo la inquietante presencia de intereses chinos en África. En la novela narra, por ejemplo, cómo la colonización china ocupa el amplio delta del río Zambeze para cultivar arroz y llevárselo; una muestra tan solo del increíble impulso por ocupar territorios más o menos 'vacíos', más o menos susceptibles de ser adquiridos de una forma u otra, para ir asegurando el objetivo primordial del régimen comunista de Pekín: garantizar su aprovisionamiento de materias primas, desde la amplísima gama de minerales y tierras raras, todo tipo de combustible o fuente de energía y, desde luego, comida.
El creador del famoso inspector Kurt Wallander no descubría nada nuevo, tan sólo le puso altavoz autorizado, con la acreditación de quien lo estaba viendo en directo y tenía la capacidad de analizarlo y sopesarlo para advertirnos de un proceso que está pasando a ser cada vez preocupante y hasta turbador.
Dieciséis años después de publicarse la novela 'El Chino' y muchos más desde que algunos empezaran a advertir, a medias entre cautelosos e inquietos, que China estaba comprando tierras y empresas a mansalva en África y Sudamérica, la realidad es que Pekín es ya gran potencia, primera sin duda en muchísimas cosas, y el confiado Occidente, especialmente Europa, está cerca de claudicar por entero, si no espabila deprisa.
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La guerra comercial que asoma es consecuencia de haberse dormido en los laureles. La tecnología más puntera está hoy en manos chinas, porque dominan además los mercados de materiales, conocimientos e industrias. A la chita callando han ido ocupando, dominando y vendiendo favores a países pobres y regímenes necesitados que ahora les suministran de todo, les deben lo prestado y les sirven de catapulta. Como quien va a otra cosa, han ido tejiendo estructuras productivas industriales de primerísimo nivel. Ya no desplazan solo por precio, sino porque son en muchas cosas oferta única; el siguiente paso será imponer precios: colonización total. El informe de Draghi sobre la falta de competitividad europea es demoledor. Y la probable incapacidad de reacción, más demoledora aún.
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