Las organizaciones ecologistas arremeten contra los cultivos de regadío. Les molesta la agricultura que riega, sin darse cuenta de que es precisamente la aportación de agua, mediante el esfuerzo de los agricultores, lo que garantiza producciones que de otro modo no existirían, y que eso ... precisamente es lo que ha facilitó avanzar a la humanidad. Primero pasamos de recolectores a cultivadores, lo que permitió especializarse, asentarse y generar excedentes para intercambiarlos con quienes podían dedicarse a otras ocupaciones, y después llegó el ingenio de la irrigación para tener más comida sin depender de la irregularidad de la lluvia.
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Todo esto se tiende a dejarse de lado; no se enseña y no se aprende. La sociedad opulenta y exquisita olvida que la superabundancia de alimentos tan diversos y baratos que disfruta es como un milagro que descansa sobre infinidad de pequeños esfuerzos cotidiandos que se entroncan con tantísimos otros y chocan con esta espiral de insultante desprecio ecologista por la agricultura de regadío, a la que presentan incomprensiblemente como un expolio. Y como la sociedad es cada vez más urbanita y la minoría agraria tiene menos tiempo para atender estas cosas y menor capacidad para engarzar sólidos argumentos, la partida va decantándose de aquel lado.
Pero no pasa nada. Greenpeace ha irrumpido para dejar su sentencia: sobran al menos un millón de hectáreas de regadío en España.
Pues nada, como lo dice Greenpeace y aquí se da sistemáticamente por bueno lo que diga según qué instancia, y basta con que alguien diga que es ecologista para que se le otorgue autoridad, pues nada, a la marcha. ¿Por dónde empezarían a suprimir regadíos?
¿Lo harían por orden de aparición en escena, según el menor o mayor arraigo histórico de cada caso, o mediante otros procedimientos geográficos o políticos? Porque en España hay regadíos de hace poco y otros desde hace más de mil años, como en la Comunitat Valenciana, que es la única región donde mengua hoy la superficie regada. En todo caso, el Gobierno ya ha sentado un precio. En Doñana paga 100.000 euros por hectárea que deje de regar durante los próximos 30 años. Paguen y se deja bosque en secano.
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