Urgente Dos personas en un vehículo embisten a una patrulla de la Guardia Civil en El Saler

El alcalde de Málaga la ha armado con sus polémicas declaraciones sobre los vecinos que se quejan por la invasión turística que los desplaza y encarece la vivienda y los servicios. Un problema que es común a casi todas las ciudades y se extiende también ... por municipios de menor rango, dispuestos todos a libar las mieles del prometedor maná. Alcaldes y concejales de todos los partidos sucumben ante supuestos encantos modernizadores y de crecimiento sin fin. Renovados cantos de sirena.

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La ciudad se ensancha y se ahueca a pasos agigantados, ambas cosas a igual ritmo. Cualquier ciudad. Los centros se hacen peatonales, y a ver quién va a decir que no es bueno hacer peatonales las calles, con el discurso oportuno que hace ver que tal política es para recuperar el entorno urbano al servicio de la ciudadanía. Claro que sí, fuera coches, fuera polución, calles para pasear, para disfrutar tranquilamente. Por supuesto. Pero hay una trampa. Iniciado el proceso, se aprovecha para hacer caer otras piezas. Los vecinos ya no pueden llegar con sus coches a sus casas, mucho menos aparcar a la puerta. Tendrá garaje quien pueda pagarlo. Tampoco contarán con servicios que tenían antes, porque quienes iban a venderles, llevarles, atenderles en lo que fuera, lo tienen más difícil aún, si no imposible. Todo se vuelve complicando y mucho más caro. También les suben el IBI y otros impuestos, porque esas viviendas tienen ahora más valor sobre el papel. Otros pagarían más por vivir allí. Los bares se convierten en cafeterías de diseño; tomar un café en la esquina de siempre pasa a ser un lujo para distinguidos. Los comercios tradicionales cierran y sus locales los ocupan cadenas comerciales que necesitan un gran trasiego de clientela turística. Nadie expulsa a nadie, tiene razón el alcalde de Málaga. No en sentido estricto. Pero mejor si se largan. El medio ambiente adverso acabará de convencerles. Basta con ir poniéndoles las cosas difíciles. Como si hicieran humo para espantar. La invitación es evidente, el señor De la Torre lo dijo claro: están los pueblos de alrededor, con casas más baratas. O sea, los menesterosos, en los pueblos, como antaño, salvo que sean pueblos que también quieren turismo a gogó y tampoco hay viviendas accesibles. ¿Y el trabajo? Eso lo complica más. Sobre el papel, un diseño ideal con buenas comunicaciones. Lo que pasa es que los que viven en urbanizaciones ensanchadas acuden a las oficinas señoriales y negocios de la ciudad ahuecada, y los desplazados a los pueblos también, para servir a los otros y a las galeradas turísticas. Cabe que el PIB se alegre, pero las carreteras se colapsan, los trenes no dan abasto y el trajín satura de forma absurda la reinventada ciudad fantasma.

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