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Conforme aumentan las importaciones de productos agroalimentarios de países terceros, se incrementan también las alertas sanitarias por detectarse la presencia de sustancias no autorizadas o ... en concentraciones no permitidas. Es normal que así suceda, puesto que unas cosas van en proporción a las otras. Pero lo más llamativo es que las quejas se limitan a esas contaminaciones ilegales e indeseadas, lo que por supuesto debe hacerse, pero no se aprovecha para ir más allá.
Si tal fruta llega de un país tercero con tal insecticida o restos de un herbicida ya prohibido en la UE, no nos quedemos en la orilla. No sólo se trata de casos de competencia desleal, es que además debemos plantearnos la hipocresía global de buena parte de la población y de los gobernantes, dispuestos todos a abaratar como sea la cesta de la compra, pero poniéndose luego dignos ante cualquier eventualidad de este tipo. ¿Y qué esperaban? ¿Por qué creen que se puede producir más barato en otros sitios? ¿Cómo se puede esgrimir a estas alturas que todo consiste en un problema de competencia o de falta de competitividad? Y más aún: a ver si es que resulta que no se puede cultivar esto, lo otro y lo de más allá sin la participación de productos indispensables para conseguir que crezcan adecuadamente las plantas y los frutos y para mantener a raya a las plagas que destruyen producción. A ver si va a ser que después de prohibir de todo aquí, hasta dejar de producir por todas partes, lo que llega de fuera es así porque no puede ser de otra forma. Sobre todo para que llegue a los precios baratos que quieren que llegue y así no se desbarate más el IPC. Y entonces, ¿para qué perseverar en unas políticas que arrinconan y apartan a los agricultores europeos, para ir a caer en manos de terceros que producen con aquello que han prohibido o restringido a los de aquí?
Hay mucha falta de información, nos la cogemos con un confeti y se desprecia cuanto se ignora. Al mismo tiempo nadie parece dispuesto a decirle al emperador que va desnudo. Todos la mar de sostenibles, según el guión de la doctrina marcada, mientras dependemos cada día más de la comida que nos llega de fuera, pero nos alarmamos por cómo nos llega.
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