Consejeros que no aconsejan
La exconsellera Salomé Pradas ha declarado a la jueza que instruye posibles responsabilidades sobre los sucesos del 29-O que no tenía experiencia ni conocimientos ... de emergencias, que su cargo era «institucional», que ella «no dirigía nada», que el retraso en la emisión del mensaje de alerta no se debió al presidente Mazón, que no estuvieron informados «de la magnitud» de lo que ocurría «hasta el final del día» y que en las reuniones de aquellas horas «había muchos técnicos con mucha experiencia».
Suponíamos que una consellera, o consejera, o consejero, tiene por misión primera aconsejar a quien debe, a quien le nombra, pero vemos que no es preciso que así sea y se toma como cosa normal. No perdamos de vista que de ahí viene el nombre; y como extensión, encargarse directamente de los asuntos encomendados. Por tanto, resulta muy llamativa esa asunción de que su cargo era «institucional», como sin obligación de bajar a la arena; aunque no sorprende tanto si reparamos en lo que viene siendo bastante generalizado de un tiempo a esta parte; casi es tendencia eso de asumir que un cargo público está por encima de pormenores rutinarios, para eso están los técnicos. Y de ahí deriva la práctica, cada día más extendida, de que un consejero, o una consejera, o un ministro o ministra, entienda que lo suyo es como un reconocimiento alcanzado tras un tiempo de merecimientos, y no sólamente prescinde de aconsejar, en cumplimiento del nombre de su ocupación (si es un ministro, etimológicamente viene de servicio), sino que además se rodea de asesores, que al final no siempre se sabe de qué asesoran y si de verdad nos vale su labor, y la red se acaba proyectando en los técnicos especializados, al entender que son quienes saben, aunque, a su vez, tampoco van a quemarse asumiendo riesgos cuando los jefes políticos directos dan ejemplos contrarios.
Al margen de las responsabilidades jurídicas que puedan derivarse o no, este caso puede servir también para cuestionar los procedimientos políticos al uso, hacerse muchas preguntas y encontrar buenas respuestas por el bien común. La autonomía de gobierno no es sólo un escalón administrativo más para extender burocracias e institucionalidades, como ha ido derivando, sino un instrumento que en su momento reclamamos y conseguimos para poder decidir de cerca, y con más conocimiento que desde lejos, sobre las cosas y los problemas que nos rodean. Y por ahí no cabe escabullirse en que no se sabía si tal barranco o tal presa, o no avisaron estos o los otros, o yo no era competente. La autonomía exige estar más avisados que nadie. Si no para qué.
La autonomía de gobierno exige conocer y estar más avisados por cercanía; si no para qué
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