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La decisión de juntar en la Conselleria de Agricultura las competencias del Agua ha caído muy bien en el sector agrario valenciano, acostumbrado a soportar incomprensiones en asuntos relacionados con los problemas hidrológicos, casi siempre por contemplarlos desde ópticas distantes de la realidad agraria.

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Si ... el agua es imprescindible para producir alimentos y el mayor consumo está por ello en la agricultura, lo más coherente es que ambas cosas se traten de forma coordinada.

El decano del Colegio de Agrónomos (COIAL), Ximo Aguilella, ha destacado que «si la relación agua-agricultura es a la vez problema y solución, lo sensato es que formen parte de una misma unidad de acción técnica y política». Como representante de los profesionales más implicados en estas materias, Aguilella ha resaltado que «nos parece un buen planteamiento que el agua forme parte de la conselleria agraria, porque esta integración va a permitir tratar a la agricultura y la ganadería como un biosistema, ya que el agua es tan agricultura como las propias plantas».

Estamos ante un reconocimiento oficial por parte del Gobierno Valenciano de que agua y agricultura van unidas y, por tanto, las políticas y decisiones hidrológicas han de tener muy en cuenta las necesidades y los problemas agrarios, que son los de asegurar el mantenimiento de las producciones que nos dan de comer. Al mismo tiempo que se incide en la necesidad de ahorrar agua y no despilfarrar caudales, se ha de garantizar a los productores agrarios el agua de riego y los abastecimientos al ganado para producir con normalidad y a costes soportables.

A diferencia de lo que ocurre en el Gobierno central, donde el agua depende del Ministerio de Transición Ecológica (Teresa Ribera) y el de Agricultura (Luis Planas) ha de plegarse a menudo conceptos urbanitas y ecológico-radicales que le vienen impuestos, en el Ejecutivo autonómico valenciano se opera un cambio relevante al relacionar el concepto agrarista directamente con la administración del agua.

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Esta decisión va a acarrear probablemente algunos cambios de concepto y algún 'choque' con la Administración central, más atenta ahora en estos asuntos a las sensibilidades ecologistas, por ejemplo en cuanto a aumentar caudales ecológicos de ríos, lo que va en detrimento de la disponibilidad para la agricultura y la ganadería.

Los esfuerzos realizados en los últimos años han logrado ahorros de agua en el campo, pero apenas cabe apretar más ni tampoco prescindir del riego necesario para que las explotaciones sean viables. Eso exige medir mucho las decisiones e invertir más en depuración, reutilización, desalación, embalses de todo tipo e interconexiones.

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