Contubernios y silencios

Aunque la RAE define aún contubernio con el sencillo significado de los antiguos romanos, como 'habitación entre personas' o 'cohabitación ilícita', hoy entendemos mejor la expresión de María Moliner: «Alianza de personas o asociación de intereses, ambiciones, etc., censurable o ilícita».

En la memoria pervive el famoso 'Contubernio de Múnich', que fue como el régimen franquista censuró, en junio de 1962, la participación de 118 políticos españoles (de partidos clandestinos, claro) en el IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado en la capital bávara. Aquella expresión cobró tal éxito en medios políticos que fue largamente citada, y los propios participantes en la convocatoria, como cualquier otro opositor del franquismo, adoptaron el concepto de contubernio como algo lisonjero, no peyorativo.

En realidad, sí que había allí materia de contubernio, en el sentido de que en Múnich se conspiraba contra la dictadura y en favor de la libertad. Aquí, décadas después, cabe suponer que un contubernio citrícola debería verse como una conspiración en toda regla. Y quizá sean palabras mayores, salvo que quede mucho por señalar y saberse. De momento, lo que sí salta a la vista es que hay un tácito contubernio de silencios. No se habrán reunido ni hablado para acordar, pero en la práctica hacen como si tal, porque todos callan al detalle. Para empezar, Intercitrus, la interprofesional, que debería decir, analizar y actuar sin parar, pero su doble presidenta de turno prefiere hacer mutis por el foro, a ver si escampa, y nadie le chista.