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Hay un refrán muy valenciano que ilustra con claridad lo que ahora mismo viene pasando tras la dana y sus nefastas consecuencias, incidiendo en las carencias y retrasos ligados a los problemas de descoordinación oficial, así como a la acostumbrada dinámica política de echarse unos ... a otros las culpas: «Deu p'al sac i el sac en terra».
Es comprensible que en situaciones catastróficas reine el desorden en cuanto a lo que hay que atender con preferencia, al menos en los primeros momentos, porque lo lógico es que se registre enseguida una afluencia de esfuerzos de ayuda desde muchas procedencias, sin que se hayan podido organizar todavía cauces adecuados para canalizar necesidades y aportaciones, tanto oficiales como particulares. Las urgencias del momento y la explosión de voluntariedad puede que no siempre coincidan a la primera, pero lo que esperamos es que las autoridades se hagan pronto con el control de la situación, establezcan orden y prioridades y pongan en marcha todos los resortes y las capacidades para atender, socorrer, remediar, solucionar poco a poco el desaguisado y también trazar actuaciones posteriores para analizar sin tensiones lo ocurrido, definir fallos y establecer qué se debe hacer para evitar que pase otra vez.
Sin embargo, la sensación generalizada es de falta de eficacia en muchos frentes, que cada cual va a lo suyo. Las administraciones públicas, según el partido político que reine en cada una, procuran eludir responsabilidades sobre las causas y sus respuestas para achacarlas a los otros, en vez de ponerse todos a una a remediar el enorme galimatías. No es de recibo que voluntarios de todo tipo topen con incomprensiones oficiales o que no encuentren a nadie que les diga con criterio dónde pueden ponerse para colaborar y ser útiles de verdad.
Esa larga pugna entre unos y otros sobre quién avisó o no sobre si llovía o dejaba de llover en tal o cual sitio, o si este barranco o el otro llevaba ya tanto caudal pero no alertó quien se suponía que debía hacerlo, no hace más que acrecentar la sensación de que todo es resultado de la dejadez general, de unos y otros, mientras siguen a la greña a ver quién se quema antes. Unos ponen más el foco en achacarlo todo a lo del cambio climático y otros en que tal organismo no alertó a tiempo sobre caudales enormes. Quizás se enredan confiados en reglas de juego inútiles. Pero eso no quita para tener claro que faltan obras de retención y desvío de avenidas que no se hicieron, ni se reclamaron con energía, y que no es preciso un máster para deducir por estos lares que si llueve mucho en tal sitio puede haber consecuencias en pocas horas. ¿Para qué si no ha de valer la autonomía de gobierno?
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