Secciones
Servicios
Destacamos
Ala chita callando se hace verdad aquello que nos enseñaban en las sesiones de catequesis para disuadirnos de incurrir en situaciones pecaminosas para la doctrina católica. Dios nos ve, nos advertían repetidamente, para convencernos de que ni aun escondiéndonos, ni siquiera alejándonos de la vista ... de cualquier humano, podíamos escabullirnos del pecado y, por tanto, del consiguiente castigo, salvo que laváramos cuanto antes nuestras conciencias pasando por el confesionario. No cabía excusarnos con un yo no he sido, porque la omnipresencia divina lo captaba todo al instante. No había escapatoria.
Ahora están las cámaras. Por todas partes. Cámaras, teléfonos con micrófonos y cámaras en cada bolsillo, coches interconectados, televisores y ordenadores que te escudriñan silenciosamente, sin que te enteres... No hay salida. Ni cabe dudarlo como antaño, cuando era cuestión de fe. Ahora es bien palpable, y va a más, con la indudable aquiescencia de la ciudadanía, que por lo que se ve ha perdido en general cualquier reparo inicial ante esta avalancha.
La seguridad es lo primero, dicen las autoridades. Y apenas queda quien levante la mano para balbucear: seguridad, sí, claro, pero también libertad, ¿no? ¿Por qué una cosa ha de ser a costa de la otra?
Los bancos, las tiendas, los supermercados, las calles y plazas, las carreteras... Todo está repleto de cámaras que nos controlan, como nos anunciaban hace años que ya pasaba en China y nos escandalizábamos tenuemente: vaya, hombre, cómo es el régimen de Pekín, que tiene en un puño a su ciudadanía, y al que rechiste... Comprendías que fuera más necesario para situaciones extraordinarias, como en la caja de un banco, por ejemplo, o cosas parecidas, pero veíamos raro que acabáramos con ojos en cada esquina, en cada persona que te puede estar grabando sin percatarte. Y lo tenemos ahí. ¿Cómo compatibilizar esas dos cosas, seguridad y libertad?
Hasta en los pueblos pequeños han optado por lo primero. Como en Beniflà, en La Safor, que tiene a sus 450 habitantes supervigilados, al igual que a todo el que visite el pueblo, por 38 cámaras que abarcan todas las calles. La seguridad es lo primero, dicen las autoridades para justificarlo, y todo el mundo aplaude. Claro que sí, lo primero. Con cámaras por todas partes se puede ver y grabar a todo el que haga algo ilegal o impropio. Pero también a quien no cometa ningún delito o falta y sólo haga lo que le mejor le parezca sin molestar a nadie, sin temer chismorreos. El dios moderno lo ve igualmente, cuándo no le importa saber si el otro entra o sale, si se ve o no con alguien, si se va o regresa. ¿Dónde queda la libertad del individuo?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.