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En su enumeración de méritos, el presidente del Gobierno alardea de haber liderado la aprobación de doscientas leyes durante sus cinco años de mandato. Nada ... menos. Que viene a salir una media de cuarenta por año; o sea, una cada nueve días y pico; una cada seis o siete jornadas laborales.
Este es un argumento que suelen lucir a menudo quienes se sienten imbuidos de la misión de legislar. Hablan de tantas o cuantas leyes aprobadas como el ebanista puede sacar pecho por las docenas de sillas y mesas que hizo o el albañil por los metros cuadrados de pared o los encofrados que culminó. Productividad. ¿Qué hace un ebanista?, muebles; ¿y de qué se ocupa el albañil?, de construir casas y otros edificios, o de recomponerlos: como el taxista vive de echarle horas y kilómetros al volante y el fruero de trajinar con muchos kilos de melocotones y lechugas. Así pues, el político se siente empujado a explicar qué hace: leyes, muchas leyes; y luego los reglamentos que las desarrollan, y las órdenes ministeriales que ponen las cosas en solfa, los decretos, las correcciones... Un marasmo de normativas. Porque están las europeas, las estatales, las autonómicas y las ordenanzas municipales, distintas en cada ciudad o pueblo que pisas. Y todos los que se ocupan en cargos públicos sienten la necesidad de justificar su sitio, su teórico encargo de legislador. ¿Cómo va a ser? Pues legislando.
Hay tantas normas que uno se ve acoquinado. A ver, que hoy mismo, nada más levantarnos, hemos incumplido algo; ni sabemos qué, pero algo nuevo que ha entrado en vigor y desconocemos. Porque, además, para que no haya escapatoria, está esa máxima jurídica que tiene un poder omnímodo: el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Así que no vale decir: ¿yo que sabía?, nadie me dijo nada. No, señor, eso está ahí y usted debía de saberlo. Aunque es evidente la imposibilidad de saberlo todo. Una porque es inabarcable, otra porque ni los abogados se las saben todas a la vez, se especializan por partes, como los médicos del aparato digestivo no se ocupan del sisterma locomotor, y al revés: y la tercera, porque hay días que ni leemos el BOE.
Pero Pedro Sánchez se jacta de que su Gobierno ha sacado adelante doscientas leyes. «Doscientas batallas», dijo en 'El Hormiguero', como prueba de lo mucho que han trabajado por nuestro bien general, se supone. Sin embargo, ante tal avalancha legislativa, imparable desde todos los ángulos, uno tiende a pensar que en vez de facilitarnos la vida nos la complican más; nos angustiam. Que podrían ahorrarse tanto trabajo y reunirse sólo a legislar en caso de verdadera necesidad.
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