Urgente El Cupón Diario de la ONCE de este jueves deja 500.000 euros a un único afortunado

Eduardo Mestres era tan reacio a recibir halagos y reconocimientos que a buen seguro nos recriminaría a base de bien los que, con toda justicia, ... le venimos dedicando los amigos, ahora que nos ha dejado.

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Hace unos años, la asociación Els Bodeguers que él fundó le preparó en silencio un pequeño homenaje en plan familiar. Él no sabía nada, simplemente fue convocado en el restaurante El Tossal, donde ya estábamos todos esperándole para una cena entre amigos. Si llega a adivinarlo no hubiera venido, eso lo sabíamos todos, por eso lo engatusaron con algún motivo de trabajo cotidiano y él acudió como si fuera a recoger un pedido de vinos, en su ruta habitual de reparto y recopilación de encargos. Llegó con su atuendo diario de faena, con su libretita de notas y el boli en el bolsillo de la camisa, y cuando nos descubrió a todos y empezamos a aplaudirle, nos dirigió una regañina colectiva de las que hacen época. Todo serio nos dijo que qué hacíamos allí, un día entre semana, que ni siquiera era festivo o víspera; que nos fuéramos todos a trabajar, que buena falta hacía, y desde luego que él se iba. No le valían todas nuestras risas, nuestros elogios y parabienes. Nada, nada, que él se iba a trabajar, que tenía mucho por hacer. Y a su mujer, Pili, aún le dedicó mayor reproche, por estar en el grupo y por no haberle chivado lo que se preparaba. Nos costó convencerle de que, a fin de cuentas, él también tendría que cenar, y ya que estábamos... Se sentó al fin y todo fue muy bien, pero remarcó que él no tenía merecimiento especial y que si había podido hacer cosas era por la ayuda de otros.

Así era Eduardo. Trabajador integral, imaginativo, inteligente, leal, sencillo, sincero, honesto, amigo, cariñoso-cascarrabias... Todo se nos queda corto a quienes lo disfrutamos y aprendimos tantas cosas con él, y no sólo de vinos, que era su aspecto principal y más profesional. Nos dio siempre lecciones de vida íntegra y comprometida. Nos tenía dicho que no se jubilaría nunca, que caería con las botas puestas, y así ha sido, a los 83 años, que ni parecía hasta casi el final que sumara tantos, de tan jovial que era. Hizo mucho por Valencia, por los vinos valencianos, por la Mostra y por todos quienes tuvimos la suerte de su aprecio y de recoger algo de lo mucho que sabía.

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