Es ya una fiebre. Por todas partes se repite hasta la saciedad el empeño de digitalizar y monitorizar a tope la agricultura. En multitud de reuniones sectoriales, jornadas profesionales y sesiones de todo tipo, así como a través de publicaciones, instrucciones y normativas, muchos agricultores ... asisten perplejos a una lluvia constante de consignas y admoniciones que les instan a abrazar cuanto antes nuevas pautas de actuación que se enmarcan en lo que ponentes, funcionarios, políticos y conversos definen como «la agricultura del futuro».
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Pero ¿qué es la agricultura del futuro, en qué consiste, cuánto nos dará a ganar, cómo se revelará para superar los problemas actuales de quienes ya reniegan de lo que tienen entre manos, de qué manera se revelará como algo rentable? No se concreta hasta tales extremos, porque en realidad quienes predican tan buenas nuevas lo suelen hacer desde supuestos más teóricos que prácticos; y desde las bases, que no aciertan a entender aquello a lo que se les conmina, pero tampoco le dicen al emperador que va desnudo y dejan pasar mansamente cada ocasión, para retomar críticas en las tertulias de bar, no saben en realidad de casos de éxito incuestionable que les sirvan de ejemplos. Bastaría con ello para que la propaganda dejara de serlo y pasara a ser conveniente divulgación de conocimientos necesarios. Pero no, sólo se insiste en que, abrazando los nuevos postulados, aceptando de plano que los campos se han de llenar de sensores, cámaras y dispositivos inteligentes, triunfará la felicidad en todos los ámbitos agrarios de forma incuestionable. Cómo no, si resulta que todo esto «viene de Europa». Ese es el colofón de casi todo; ante la menor duda, se suelta lo que no va a tener sospecha posible, según se piensa: «Es lo que quiere Europa». O bien: «Es norma europea». Cualquier variante.
En un sector agrario envejecido, empobrecido, donde prima el minifundio del que no se puede salir porque no hay dinero ni queda ilusión, con avalanchas de cierre de explotaciones, sin relevo generacional porque los jóvenes prefieren cualquier otra ocupación sin problemas y con cobro seguro a final de mes..., protagonistas del I+D+i que debería contribuir a sacarles del atolladero, antes prefieren extender prometedores principios que parecen el colofón para acabar de enterrar lo que nos alimentó hasta aquí.
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