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El 12 de febrero de 1974, Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno tras el asesinato de Luis Carrero Blanco, anunció en las Cortes franquistas un ... primer conato de apertura política que, por lo sorpresivo e inusitado de su alcance, en plena dictadura y en vida aún del Caudillo, se dio en llamar 'El espíritu del 12 de febrero'.
Consistió aquel 'espíritu' renovador en dos aspectos: asociacionismo y elecciones restringidas. El régimen, que se expresaba a menudo en términos de 'sumar, nunca restar', se mostraba dispuesto a autorizar la constitución de asociaciones políticas, pero siempre que estuvieran dentro de los estrictos cánones del Movimiento, el partido único totalitario. Además, se celebrarían próximamente elecciones a alcaldes en todos los municipios, aunque sin abrir las puertas a un sufragio universal, como venimos disfrutando desde que se instauró pocos años después la reforma política de verdad, con un sistema democrático equiparado al de los demás países de nuestro entorno europeo y occidental, como suele citarse en estos casos.
En aquella convocatoria para elegir alcaldes se dio una particularidad bien curiosa: podía presentarse cualquier vecino del municipio correspondiente que no estuviera inhabilitado por algo (desde luego no cabían personas claramente desafectas al régimen) y los electores serían sólamente los concejales. Tal singularidad se tradujo en algún caso en resultados llamativos: por supuesto que no iban a salir elegidos socialistas o comunistas declarados, pero sí que llegaron a ser alcaldes algunas personas con talante aperturista que desde tales puestos influyeron positivamente durante los años siguientes de la Transición.
En cuanto a la tímida apertura asociativa, el régimen franquista remarcó que de aceptar partidos, nada, sólo el partido único oficial formado tras la guerra civil, cuyo secretario general tenía rango de ministro, y bajo el paraguas de siempre, asociaciones que siguieran entroncadas en el riguroso respeto a los 'Principios Fundamentales del Movimiento'.
Los gestos son importantes en casi todo, y desde luego en política. Ha pasado casi medio siglo, por lo que es fácil entender que se diluyan en el tiempo resortes de otra época. Y sin duda debe ser por el natural olvido histórico que hoy no se atisban especiales remilgos a acoger la inscripción de un nuevo partido político que su mayor impulsora, Yolanda Díaz, actual vicepresidenta del Gobierno, no ha dudado en bautizar como Movimiento Sumar, catalogándolo además como plataforma, más que un partido, en la que caben las distintas 'confluencias' afines. Naturalmente sólo serán meras coincidencias de palabras, las de este espíritu del 30 de mayo.
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