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En un programa radiofónico de alcance nacional, el presentador detalla la buena noticia del fuerte aumento de las reservas de agua en España por las ... abundantes lluvias. La media está casi en las tres cuartas partes de la capacidad de los embalses, y cuenta que probablemente aún crecerán algo más en las próximas semanas, lo que contrasta, para alegría general, con las hondas preocupaciones que extendía la sequía hasta hace poco.
Pero hay un 'pero'. Irrumpe la voz de una mujer, posiblemente portavoz de una organización ecologista, aunque no se identifica, y lanza esta andanada: «Más importante que el agua que tenemos es cómo la gastamos, y ahí están los regadíos, que gastan el 80% de toda el agua». ¿En serio, de toda el agua? El presentador no añade nada, no puntualiza, no pregunta, no aclara, asume sin duda lo que ha sentenciado la mujer: el regadío gasta el 80% de 'toda' el agua, con lo que queda bien patente ante los escuchantes una clara voluntad de culpabilizar. Una vez más se señala al campo con ese conocido afán urbanita de responsabilizarlo de excesos. ¿Por qué llega a escasear y faltarnos el agua en ocasiones? Pues porque los agricultores la despilfarran. Y ya está. Ese es el mensaje subliminal que queda flotando en el ambiente y se inculca a quienes atienden tales explicaciones.
Pero estos planteamientos, tan socorridos, encierran dos falacias. La primera, que ya no es de recibo que se ligue el famoso 80% del gasto de agua con el regadío; el porcentaje se ha reducido. Ya hace tiempo que globalmente no es ese 80%, y en muchas situaciones incluso baja del 70%; en conjunto podríamos dejarlo en el 75%. Todo, fruto de las inversiones en modernización y la mayor conciencia de ahorro. La segunda, y más importante aún, que ese porcentaje no se puede aplicar sobre 'toda' el agua de España, sino simplemente sobre la que realmente se utiliza. Entonces las cosas cambian radicalmente, y quienes siguen en sus trece, sin atenerse a lo cierto, demuestran gran desconocimiento, desprecio por la verdad o mala intención.
Todos los recursos hídricos de España se estiman en unos 110.000 hectómetros cúbicos anuales, de los que sólo se utilizan (en todos los usos) unos 32.000. De esta cifra, no de toda el agua disponible, alrededor del 75% (unos 24.000 hectómetros) se emplea en riegos agrícolas, para poder producir lo que comemos; el 16% (5.120 hectómetros) son suministros urbanos, el 5-6% (1.600-1900 hectómetros), usos energéticos e industriales, y el resto, usos recreativos.
Se hecha en falta que los frecuentes e inexplicables ataques al regadío no se contrarresten con rotundas respuestas académicas bien fundamentadas.
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