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La conversación giraba alrededor del agua; de su escasez, de la falta de lluvias, de cómo se van vaciando los embalses... y también de quiénes se la 'beben' en mayor medida.
Lo habitual es que cuando surge esta cuestión se acabe mirando a... potenciales 'culpables'. ... Los agricultores, claro. Porque en la conversación tuvo que salir este punto. ¿Quién o qué consume la mayor parte del agua disponible? Los agricultores, sentenció uno con el dedo acusador. Las ciudades, replicó otro con poco convencimiento, para ser rebatido de inmediato: no, hombre, es la agricultura la máxima consumidora; hasta el 80%, advirtió un tercero, reclamando a renglón seguido aclaración a alguien del grupo de quien suponía que podría saberlo con mayor certeza.
El mayor consumo de agua se dedica a darnos de comer, concluyó el teórico entendido en la materia, resaltando bien lo de 'darnos de comer' y puntualizando además que eso del 80% es un tópico que se arrastra desde hace tiempo, pero que la realidad es ya otra, mucho menor, quizá incluso por debajo del 70% del total, teniendo en cuenta la reutilización en riegos de aguas depuradas. Sigue siendo un porcentaje muy mayoritario, claro que sí, pero es lo que es y además no parece factible que se pueda seguir reduciendo mucho, porque las cosas de comer se producen con agua, no cabe rebajar más de lo estrictamente necesario y todos necesitamos alimentarnos.
Entonces salió de nuevo a la palestra el primero, quien lanzó la aparente denuncia contra la agricultura como gran consumidora, para advertir que tenía la fórmula perfecta que resolvía la cuestión: prescindamos de la mayor parte de la agricultura, la que más agua consuma; traemos la comida que haga falta de donde sea, que sean otros los que cultiven con su agua, y nosotros dedicamos mayor cantidad a garantizar buenas estancias a los turistas, que son los que nos traen dinero y empleo.
Iba de broma, seguro, pero no dejen de lado el razonamiento, porque no queda lejos de lo que está ya presente en parte de la población urbana, en muchos dirigentes y en el subconsciente colectivo del resto. Y los interesados-afectados, sin acudir a contrarrestar con información y debate a quienes empiezan a cortarles la hierba bajo los pies.
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