Es una preocupación constante: comemos poca frutas y verdura fresca, por lo que nos martillean sobre la necesidad de corregir esta carencia, por el bien ... de nuestra salud. Las cifras cantan: el consumo hortofrutícola va bajando y sobre todo es preocupante la tendencia entre la población más joven, poco o nada propensa a entretenerse en pelar frutos y despachar pepitas, cuando la oferta de tantos productos industriales les tienta para alejarse de lo más sano y recomendable, y mucho menos acude a unas hortalizas crudas o hervidas, vaya antigualla insípida, cuando hay tantas pizzerias y hamburgueserías a mano y con sabores sugerentes.
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Las iniciativas oficiales se suceden para intentar reconducir la situación, intentando convencer a los consumidores reacios de que todo es por su bien. Pero no hay manera. Instituciones, fundaciones y organizaciones de productores y comercializadores de frutas y verduras se esfuerzan con denuedo, pero los resultados no acompañan. ¿Por qué?
A menudo se organizan campañas de desayunos saludables que se despliegan en colegios, ofreciendo a los escolares un surtido de productos para tratar de acostumbrarles, de conquistarles para la causa; como se despliegan también planes que insisten sobre la necesidad de comer al menos cinco piezas de frutas por día, pero no se consigue invertir el proceso, lo que lleva a concluir que el márqueting de la competencia de postres industriales es mucho más agresivo y eficaz. Y así es, pero es que además no parece que, entre los responsables de estas operaciones en favor de un consumo saludable, se caiga en la cuenta de que está fallando lo esencial, lo más atractivo: el sabor, y con tal carencia de partida ya es evidente que la parte contraria tiene la batalla ganada.
¿Cómo quieren que la gente coma más frutas, y sobre todo niños y jóvenes, si cuesta encontrar frutas que alcancen su mejor sabor? La inmensa mayoría de las veces saben a casi nada, prácticamente a un corcho algo humedecido y con una pizca de esencia que recuerda a algo remoto con poca sustancia. ¿Y saben por qué? Porque las frutas se recolectan hoy sistemáticamente verdes. Lo manda la cadena de suministro, que se ha alargado lo indecible, y nadie quiere fallos de por medio. Los costes de recolección, manejo y transportes son elevados y nadie se puede permitir podridos o rechazos. La solución: cogerlo todo verde para que dure por el camino. A cambio, nada sabe a como sabría de cogerlo días después. Los frutos son bonitos, gruesos, aparentes, perfectos por fuera, como de plástico, pero insípidos. Empiecen por cambiar eso, cójanlos cuando se debe, ofrézcanlos en su plena sazón y verán como cambian las cosas.
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