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Cerca de cumplirse tres años de la guerra entre Rusia y Ucrania, tras invadir la primera regiones de la segunda, el gobierno ucraniano ha interrumpido el paso del gas ruso por su territorio, lo que, aparte de generar nuevas incertidumbres y tensiones energéticas en la ... Unión Europea, nos sumerge en un confuso mar de dudas y preguntas sin respuesta. ¿Aún comprábamos gas ruso a estas alturas?
La situación es de loca sorpresa. Al menos para los bienpensantes, quienes mantenemos de oficio ciertas dosis de ingenua esperanza en que dos y dos serán al final cuatro y no otra cosa.
El escenario nos desconcierta en varias dimensiones, porque rompe infinidad de premisas que dábamos por supuestas. ¿Se imaginan a Gran Bretaña pasándole gasolina a Alemania durante la II Guerra Mundial? ¿O sí? ¿O qué?
Ocurre que dos países están en guerra pero uno, el considerado agredido, no tenía remilgos -hasta ahora- en dejar que el otro transitara su mercancía por territorio propio, el cual debería considerar el agresor como enemigo, por lo que a la vez lo bombardeaba, y continuará bombardeándolo. Y peor aún: el agredido, mientras se rasgaba las vestiduras, le cobraba al que llama agresor por pasar, al tiempo que se agredían con ahínco.
Por el lado del agresor, tampoco veía inconveniente en seguir con ambas cosas: pagar por circular por unos sitios que a la vez zurcía -y zurce- a bombazos (o con misiles, con todas las variantes).
El país suministrador de gas no ha tenido el menor sonrojo -ni lo tiene, si le siguieran dejando- en pagar para que el contrincante permitiera que su gas circulara por sus dominios hacia el oeste, camino de los países clientes.
¿A estas actitudes cómo las llamaríamos? ¿Bastaría decir cínicas, hipócritas..? ¿Y a las de los países clientes?
Encendemos la cocina, la calefacción, el calentador de la ducha y lo mismo resulta que el gas que nos calienta viene de Rusia a través de Ucrania. Pero ¿cómo es esto? Si casi todos los países de Occidente están ayudando a Ucrania para que mantenga su pugna frente a Rusia. Creíamos que era algo ya superado, que cundían otras alternativas; incluso que habíamos crecido tanto en energías renovables -incluido en biogás- que hace tiempo que prescindimos del gas ruso. Pues no, unos más y otros menos, en la UE le compramos gas a Rusia y ayudamos a Ucrania para que la combata. Y si de verdad seguimos necesitándolo, ¿cómo es que nadie le dice a Kiev que no fastidie ahora cortando el fluido, con todo lo que le ayudamos? Da igual, vendrá por Turquía, o le compraremos más por barco a Trum. Quizá vayan por ahí las claves.
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