La primera gata que hubo en casa era de pura raza callejera y comía de las sobras y de lo que cazaba por patios y ... azoteas. Acreditada autónoma de la vida, tuvo larga prole que siguió parecidas pautas, hasta que se perdió la familiaridad con su estirpe.
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El segundo minino que dejó honda memoria fue adquirido. El primer día, mientras quedábamos alelados con sus evoluciones, nos sorprendió ver que husmeaba algo con ahínco, hasta caer en la cuenta de que buscaba un 'wáter'. Fiel a su formación de 'colegio de pago' no descabalgó sus necesidades hasta que se le proveyó de un recipiente provisional con serrín. Aún no abundaba la oferta actual de arenas de todos los colores, formas y aromas para tal menester, como tampoco los atiborrados lineales de surtidísima alimentación para animales domésticos en tiendas y supermercados.
La actual peluda que nos ronrronea entre los pies cuando quiere algo, desprecia el paté que le sobró hace un rato y rechaza el jamón de pavo si el paquete se abrió hace más de dos días.
Un compañero ha estado lustros dependiendo del suministro de una arena especial para gatos si quería que su inteligente minino no le montara alguna de las suyas. No hacía pipí ni popó si el sustrato no era el requerido, que últimamente le enviaban desde Zamora, casi por toneladas.
Algunas vallas publicitarias nos ofrecen hoy un mensaje muy creativo y certero: «Admítelo: Tu mascota come mejor que tú». Todo cambia, nada queda, pero en esto hemos cambiado más deprisa que en otras cosas. El anuncio da en el clavo, pues nos quita rubores a unos y trata de eliminarles vergüenzas a quienes aún dudan si les compran o no tal o cual comidita a su bicho casero. Pues claro que sí, sin mirar gastos. ¿No nos dan continuas satisfacciones? ¿No son más de casa que los de casa? Ya escribió Antonio Burgos que, en realidad, los gatos son los dueños del hogar y luego nos dejan vivir en él si nos portamos bien.
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El periodista sevillano se refería a los gatos, que son su devoción, pero igual sirve el adagio para cualquier tipo de mascota, empezando por los perros. Mascotas a las que, por cierto, antaño llamábamos animales de compañía. Y si adoptamos mascotas, según lo que está mandado, y las esterilizamos en novísimas clínicas veterinarias, cómo no vamos a alimentarlas con mimo total. Lo que haga falta. Podemos elegir entre docenas de especialidades de carne o pescado, dietas específicas para esterilizados, menús ecológicos, chucherías diversas... Una oferta tan amplia como la humana. Y más cara, desde luego. Sin embargo, nadie se queja de que suba la cesta de la compra gatuna. ¿Por dónde va el IPC de las mascotas?
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