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Cuando fue aprobada la ley de protección de l'Horta se advirtió que algún objetivo de ciertos sectores interesados, más allá del deseo de defender ... a ultranza la pervivencia de una agricultura típicamente valenciana y unos valores culturales tan loados por todos, podría estar en que se preservase este espacio agrario periurbano lo más inmaculado posible para luego ir ocupándolo selectivamente, poco a poco, naturalmente para quien pueda pagar.
Aquella intuición, abonada por la falta de medidas concretas, inmediatas, para la protección eficaz de los propios huertanos, no sólo del suelo que trabajan, parece confirmarse en buena medida por la paulatina evolución que se deja ver por aquí y por allá: alquerías que son compradas y restauradas con potencia para vivir aislados entre cultivos; restaurantes y otros establecimientos hosteleros que se inauguran; campos que se dejan de cultivar para servir de aparcamientos de dichos negocios; caminos y sendas que se convierten en rutas de paseo y relax conectadas desde la gran urbe; proliferación de paseantes que se adentran entre campos cultivados que admiran, fotografían y pintan...
Aquella presión urbanística que engullía la huerta quedó frenada, pero sigue la presión humana, ahora reconducida. A la conurbación de toda el área metropolitana, no sólo la ciudad de Valencia, le oprimen sus junturas, que se resienten y demandan vías de desahogo para no estallar. De manera que se va configurando claramente una huerta por la que pasea gente urbana que de vez en cuando pregunta si aquello es un campo de berenjenas o de boniatos y que en ocasiones no tiene el menor reparo de entrar en propiedad ajena para comprobarlo directamente y degustarlo después en su cocina. Gratis.
Gratis son los paseos y el mantenimiento de todo este espacio huertano en el que, afortunadamente, ya no se puede construir. Sólo restaurar. Y quien puede, adquiere, restaura y se pone a vivir en medio de la huerta. Su parcela queda cerrada, y el resto, lo que queda fuera del vallado, es la huerta abierta por la que pasear a pie, en bici o a caballo.
En el magnífico reportaje de Jorge Alacid sobre 'Los seis espacios donde Valencia se juega el futuro', publicado en LAS PROVINCIAS el pasado 16 de julio, leemos algunas propuestas, desglosadas por los urbanistas Mario Valle y Enrique Giménez, que abundan en esa idea de una huerta selecta para vivir (quien pueda), pasear y solazarse. Hablan de ciudad-isla rodeada por un anillo verde, de una «huerta-jardín» o de la «transición a la ciudad mediante ecotonos». Desde luego contribuyen a aclarar lo que ya se veía irremediable. Incluido el papel gratuito de los jardineros.
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