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El monitor del cursillo no las tenía en principio todas consigo, dudaba de que fuera cierto lo que uno de los asistentes le había indicado, pero, medio en broma, se decidió a realizar la prueba y antes de iniciar su intervención propiamente dicha planteó a ... la concurrencia: «Antes de empezar vamos a realizar una pequeña prueba, un improvisado sondeo. Quien esté a favor de los venenos, que levante una mano, por favor».
Tan sólo se vieron tres brazos alzados entre el medio centenar de participantes; algo sorprendente, ya que todos eran agricultores, muy preocupados por las crecientes restricciones impuestas en materia de plaguicidas, lo que era precisamente tema central del cursillo. El monitor miró a quien le propuso la pequeña prueba y reconoció: «Tienes razón».
La cuestión es que nadie quiere ni oír hablar de venenos; la misma palabra repele, incluso entre quienes han de utilizarlos necesariamente para mantener a raya las plagas que ponen en jaque sus cosechas y por tanto la rentabilidad de su trabajo y el abastecimiento de alimentos. Tanto es así que apenas hay conciencia en el campo de que se emplean venenos, se prefiere utilizar el eufemístico término de productos fitosanitarios, o como mucho se queda todo en insecticidas, o sea el mal menor para frenar al mal mayor, los insectos que nos amenazan. Pero no venenos, que suena mal y espanta. De ahí que sólo tres de los cincuenta asistentes cayeran en la cuenta de la pregunta-trampa y levantaran sus manos, al tener claro a qué se podía referir el encuestador. Un plaguicida, insecticida o fitosanitario es un veneno, claro que sí, pero es una solución precisa para evitar males mayores, utilizado con su dosis y el procedimiento probado y permitido. Como cualquier medicamento que nos cura y resguarda la salud, pero también puede matarnos; depende de la cantidad, el cómo, las interacciones imprevistas...
Valencia está sufriendo más que nunca una infestación masiva de cucarachas. Se ven por todas las calles, en tiendas, saliendo por alcantarillas o emergiendo inesperadamente de una lámpara. El subsuelo y los sobretechos deben estar repletos, ya que estos insectos que mueven ascos generalizados surgen por doquier y movilizan inversiones domésticas y empresariales para cerrarles el paso a toda costa. Porque se ve que los insecticidas permitidos no les hacen casi pupa, como tampoco a las ratas y demás tropa que anida en las sentinas urbanas. Parece mentira que a estas alturas del siglo XXI vivamos-suframos estas cosas, consecuencia de modernos miramientos tiquismiquis, de no querer oír ni hablar de venenos, ni para quitar de en medio a las cucarachas que tanto nos espantan.
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