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La consigna es levantar la mano. Poco a poco, con suavidad, pero levantarla; y para ello se invocan razones que hagan aconsejable reducir restricciones, que muestren que tal y cual exigencia medioambiental está hoy de sobra, es excesiva o incluso presenta negativas consecuencias para objetivos ... que inicialmente se defendían; o, peor aún, supone un freno para fines mayores del momento: el desarrollismo turístico a mansalva, la falta de viviendas... Adónde vas a parar. En suma, se trata de ir rebajando disposiciones vigentes que constriñan el crecimiento de pueblos y ciudades. El crecimiento urbanístico, claro.
Lo ha dicho con rotundidad el alcalde de Gilet, Salva Costa: «Hay que levantar la mano en algunos aspectos de protección de la Sierra Calderona». A su municipio, en medio del parque natural, le dan de lleno las férreas normas de protección que se traducen en que no se puede construir, no se puede reformar, no se puede ampliar, no se puede ensanchar esa carretera, no cabe asfaltar el camino que da acceso a aquellos chalets, no se puede instalar una torre de telefonía para mejorar la cobertura...
Gilet es un ejemplo evidente de lo que está pasando en muchísimos lugares. Tan cerca de Valencia y de Castellón, al lado de la autovía a Zaragoza, en medio de un parque natural... Una gozada para vivir allí. Y tan atractiva ubicación se completa ahora con que está a un paso de Sagunto y su enorme expansión industrial, con la gigafactoría de Volkswagen en primera línea. Se multiplica la demanda de viviendas en el entorno, crece la búsqueda de casas con más encanto y más verde alrededor. Despertarse entre pinos a diez minutos del trabajo debe de ser un lujo... y resulta que está al alcance, ahí mismo. Pero es un parque natural y los pinos y sus pimpollos están protegidos. Las ardillas también, y los romeros. Pero hombre, ¿no se podría hacer un hueco por aquí o por allá; algo que aligerara prohibiciones, pero manteniendo a la vez la sostenibilidad general y asegurara la salud del planeta?
Los corsés se impusieron con aplauso general, por supuesto, pero el panorama cambia y prevalece la regla universal de «l'artícul vint i nou: el que mana pot fer lo que vol». La presión aumenta y las junturas se resienten. De ahí las reclamaciones para que se abra la mano.
Lo vemos en las playas, donde se levantan restricciones urbanísticas, se reducen distancias y se permite lo que ya parecía imposible; y en los montes, donde los munícipes se hacen eco de esas necesidades tan humanas de crecer, multiplicarse... y recaudar. Hasta en Elche quieren simplificar reglas de amparo en su palmeral, para lo que habrá que pedir permiso incluso a la Unesco. Pues que se pida, hombre.
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