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Las comisiones falleras se quejan de que no encuentran artistas para construir sus fallas. Como detallaba ayer Lola Soriano, hay despliegues de llamadas en busca de contratos, en paralelo a un aluvión de negativas, lo que extiende urgencias e inquietudes.
Ya lo venían avisando los ... artistas al describir sus penurias económicas y regulatorias. Trabajar mucho, arriesgarse más aún, para ver al final que no le salen las cuentas a uno. Mejor recoger velas, retirar los bártulos, conformarse con menos pero andar más sosegado y sin sobresaltos monetarios. Teniendo oficio de sobra, hay encargos de ferias, espectáculos, atracciones, decorados... que dan de comer bastante mejor y sin andar entre presiones y estrecheces.
Cada vez que se encarama un artista fallero, o cualquiera de los empleados de su taller, a una grúa, pincel en mano, durante los días de la 'plantà', todos corren el riesgo de infringir alguna normativa laboral, incluidos los responsables falleros que contratan. ¿Han hecho todos los correspondientes cursillos de riesgos laborales?, ¿tienen a punto los planes de prevención?, ¿llevan ropa y demás elementos exigibles de seguridad?, ¿seguro que están todos los papeles en orden, o las prisas de la tarea festiva, pendientes de acabar a hora, de culminar la obra a la perfección, de agradar al jurado, de conseguir el premio máximo, han soslayado algo que pudiera ser problemático?
Estas cuestiones pesan hoy de manera especial en el plano empresarial, y un artista fallero es en última instancia un empresario, lo cual no siempre se tiene en cuanta cuando se habla de fallas y de fiestas. Pesa en lo burocrático, en la incertidumbre constante y en lo económico. Los materiales se encarecen, por supuesto, pero luego se añade también una larga lista de costes que van mucho más allá de lo que suman los sueldos, las cuotas sociales, los plásticos, herramientas, alquileres, electricidad, transportes...
La realidad es que la modernización que vivimos en España, al hilo de lo que rige en la UE, hace que todo evolucione... a más caro y a que el trabajo artesano se ahogue en burocracias que no tienen en cuenta sus particularidades, ni siquiera el carácter festivo que sirve para traer turistas y movilizar otros sectores que se benefician. Por eso los talleres se ahogan y cierran, o al menos reducen carga y van a lo seguro. Quizás las fallas tengan que hacerse en un futuro próximo en Marruecos, o en Turquía, o en Egipto, siguiendo los pasos de la agricultura o del sector textil, en busca de economías menos exigentes y más baratas. Miren la etiqueta de su camisa de marca: igual está hecha en Vietnam o Camboya. ¿La lucirán igual o nos vamos a asustar por eso?
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