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Para intentar apaciguar la tensión en el campo, el aparato burócrata de Bruselas proyecta, entre otras iniciativas light, una Ley europea de la Cadena Agroalimentaria ... que, en la acostumbrada retórica al uso, se presenta como «un ambicioso planteamiento que garantice una remuneración digna para agricultores y ganaderos.» Como, además, se inspirará en la ley española, pueden estar ustedes tranquilos: nada cambiará, aunque se aparenten cambios que darán vueltas para nada práctico.

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En España, esa ley de la Cadena ha derivado en un organismo que investiga irregularidades (más o menos), vigila precios (se supone), recibe denuncias, registra contratos... y genera una burocracia añadida a la que después se ha sumado otra iniciativa autonómica con igual objetivo. Pero al final los precios se hunden en el campo y si mejoran esporádicamente con algo se abren enseguida las puertas de las importaciones para que se hundan de nuevo. Salvo con el aceite de oliva, que no hay de dónde traerlo y sólo cabe esperar que, con las lluvias recientes, a final de año tengamos una oferta casi normal.

Ahora, como gran milagro, la Comisión Europea anuncia otra ley con idéntico cometido. Más burocracia para enmascarar la falta de eficacia, la ausencia de voluntad política. Mentiras piadosas en Semana Santa. Otro trampantojo político funcionarial para aparentar ante la población mayoritaria (consumidores con mala conciencia) que sí se hacen cosas en favor del campo. Y como la parte destinataria, la agraria, es minoritaria, se le da pasto de entretenimiento y discusión: el consabido espectáculo de la espiral para llegar a lo mismo.

Por más que Bruselas diga que su planteamiento con esa ley consiste en «incorporar elementos básicos de la regulación española, como la prohibición de la venta a pérdidas, que evita la destrucción de valor a lo largo de la cadena alimentaria», sabemos que a la hora de la verdad todo eso se convierte en humo. Por las excepciones para productos perecederos, que se pueden vender a como sea para que no se pierdan, por la legislación contra el desperdicio alimentario, porque no se pueden poner precios mínimos y porque no se hace nada para frenar las importaciones desleales.

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Más aún, la misma UE que aparenta calmar al campo con decisiones solemnes y rotundas (sólo light) fomenta que entren importaciones baratas de todo el mundo, que son las que provocan los hundimientos de precios que luego aparentan defender con medidas burocráticas. El Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha concedido un préstamo de 300 millones de euros a Sudáfrica para que mejore sus puertos. ¿Pura solidaridad internacional? No, de esos puertos mejorados saldrán más naranjas rumbo a Europa que hundirán los precios de las valencianas. ¿De qué servirán todas las leyes de la Cadena? Mentiras piadosas.

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