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Los países de la UE han anunciado que este año le darán a Ucrania un millón de proyectiles de artillería. Como quien dice, para ir ... tirando. Porque con este arsenal conjunto se refieren a existencias actuales, fondo de armario; luego, una vez agotado el stock, seguirán unidos para adquirir más. Es sabido que si se compra por cantidad te hacen descuento. Al por mayor.
Ahora mismo es cuando te paras y dices: voy mal, van a pensar que estoy del otro lado. Para nada. Sólo de la parte que toca. Imaginen. Pero por si acaso, intentemos algo hacia la ambigüedad calculada, que es lo que se lleva.
Entre las ocurrentes frases de Yolanda Díaz, dos recientes que hacen tilín: que tiene muchas cosas que contarnos y que hay que reivindicar el derecho a ser feliz. Es de esperar que lo lleve en su programa electoral. Que nos lo cuente. También el modelo de instancia. Y, por favor, que no se tenga que presentar en la Seguridad Social, que no reciben.
Pongamos por ejemplo lo de la guerra, que es lo peor. ¿Cómo irá por allí lo del derecho a la felicidad? ¿Un millón de proyectiles de artillería puede hacer feliz a alguien? Como mínimo, al fabricante. También al artillero apurado. Yo fui artillero en la mili. Teórico artillero. En el patio del cuartel coruñés de Zalaeta nos hacían ensayar sin cañón ni municiones. No es de Gila, va en serio. Y cabía sentirse afortunado, que las armas las carga el diablo, pero el oficial se cabreó en un momento dado y me mandó al banquillo porque me empeñaba en pasar por donde dijo que no debía: «¿Cómo vas a cruzar por ahí, animal, si está el camión?» Yo era el encargado de llevarle el proyectil a otro, pero no había proyectil, ni camión, ni cañón, ni nada. Se ve que los ahorraban y ahora hay gastarlos. Si no están caducados ya.
Aquel oficial no hacía feliz a sus soldados, porque se empeñaba en manías visionarias; adiestraba en imposibles. Tampoco será misión obligada hacer feliz a nadie de oficio. Ahora va y el médico te diagnostica algo grave. O quieres comprarte una cosa y no te queda circulante. No te sientes feliz. ¿Y qué haces? ¿Te preparas para votar a la vicepresidenta Yolanda, por si acaso tiene varita mágica? Es tan ilusionante verla sonreír, admirar con qué emoción nos anuncia que tiene tantas cositas que contarnos.
Volvamos al millón de proyectiles, que serán otros tantos del otro lado. Toma y daca. Uno que tira y el de enfrente que replica. Y vuelta a empezar. Desde tan lejos no calibramos la siembra de muertos y heridos, pero ¿se imaginan lo que contaminan? Que por aquí estamos muy preocupados por esas cosas que nos hacen infelices y queremos ser chupiguay. Que los próximos proyectiles los hagan más sostenibles.
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