Los noticiarios exhiben músculo con los datos inflacionarios de la alimentación, que subió un 7,4% según recientes cálculos interanuales, aclaran. O sea, en la ... línea que viene siendo acostumbrada.
Publicidad
A renglón seguido manda el parte de las tractoradas del día, salpicado de algunos testimonios de protagonistas cogidos al vuelo. Que no nos llega para pagar y poder vivir, es la protesta generalizada entre los protagonistas consultados. O sea, lo sabido: precios bajos, costes al alza y resultados ruinosos; jóvenes que huyen, gente mayor que cuenta los meses que quedan para jubilarse, despoblación rampante, burocracias en auge, ganas de escapar del campo... Y una conclusión palpable hasta para el urbanita más recalcitrante: agricultores y ganaderos están hartos de no ganar y aparecer como culpables de la película. Luego hay que aliviarles la presión y pagarles mejor. Y en esas viene a estar el ministro Planas, reconociendo errores y excesos de exigencias y anunciando correcciones, incluida la Ley de la Cadena Alimentaria, que es la que en teoría debe facilitar más equilibrio en el proceso: que quien produce gane suficiente y quien consume pague lo justo. La cuadratura del círculo.
Pero nadie le dice al emperador que va desnudo. Es decir, que para que el del principio de la cadena reciba algo más será preciso que el último de la misma también pague más. ¿O cómo va a ser?
Por más que insisten todos en lo de siempre, nada aclaran, una y otra vez. Permanecen dos quejas en paralelo que deberían juntarse, dicen los expertos, en un frente común, cuando la realidad es que los intereses de ambos extremos son lógicamente contrapuestos. A nadie le gusta pagar más por algo pudiendo gastar menos con lo mismo. Y no podrá pagarse más al del principio si al final de la cadena no se recauda más. ¿O es que van a restar por entre medias del proceso? No hay milagros. O una cosa o la otra.
Que se estudie todo mejor, proclaman. Mejoraremos la ley, sostienen. Más burocracia; más costes intermedios, seguro. Lo que no son cuentas, son cuentos.
La realidad es que, como defiende Manuel Pimentel en su libro y serie de artículos 'La venganza del campo', la abundacia de comida a precios baratos extendió la creencia urbana de que comer bien a diario apenas cuesta, y cuando se ha roto algo la inercia, arrecia la queja. Pues cuidado, que se puede romper más si no lo arreglan por el único punto posible: pagar bien por comer bien. Lo demás se sume en la paradoja alimentaria, la utopía de pagar menos pero que el productor reciba más. ¿Le recortarán el jornal al camionero, al tendero, al cajero, al del envase, al de la consultoría que certifica, al funcionario que vigila...?
Enamórate de LAS PROVINCIAS: suscríbete 12 meses por 12 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.