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De la famosa carta de despedida de Errejón, cum laude a ese párrafo en el que afirma: «He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona».

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Lo sabíamos, lo intuimos desde siempre, pero el político de la nueva política regeneradora, en ... su ansia por justificar las faltas que él mismo reconoce, se aferra a esa diferenciación entre persona y personaje para mostrarse como víctima de «una subjetividad tóxica», del «ritmo y el modo de vida en la primera línea de la política durante una década» que «ha desgastado mi salud física y mental y mi estructura afectiva y emocional».

Nada menos que «una década en primera línea», dice, para que le comprendamos. Qué será, pues, lo de toda una vida en el tajo de la fábrica, en el campo de sol a sol, lo habitual entre la gente de a pie: trabajar, apretarse el cinturón, sufrir estrecheces, superar cientos de apuros, contentarse con lo que hay, contribuir con lo que te piden, votar cuando te convocan, elegir a quienes dicen que van a redimirte, decepcionarte después con lo que salga... La casta de siempre, lo que dijeron que venían a combatir, para concluir en la despedida que todo ha sido por culpa de lo sufrido en diez años en primera línea. No sabe la gente lo sufrida que es la política, lo que desgasta, lo que quema... Ni que hubiera estado en las trincheras de un frente bélico. Es evidente que no sabe lo que es estar en el esfuerzo cotidiano para ganarse la vida, en el frente del día a día. Lo suyo es otro nivel, llegan de otros sitios: teóricos de manual que vinieron a asaltar el cielo y encantaron a tantos, como tantas veces; casi siempre.

Errejón reconoce algo que ya intuíamos: la política es un teatrillo donde perduran castas que venía a combatir

En realidad, sigue hablando el personaje. El teatrillo habrá diluido a la persona.

Pero hay que agradecer esa diferenciación pública entre la persona y su personaje, ese reconocimiento del desdoblamiento. Porque lo sabíamos, pero viene muy bien que también se haga saber desde dentro, desde el otro lado, desde la casta política, la de jornal nutrido y asegurado, desde la parte de quienes se lucen como ungidos, y luego sale lo que sale. Enorme metáfora de la mentira, una representación con guiones repetidos; ni siquiera ponen imaginación.

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Hay que compadecerse: «Desde hace diez años ocupo posiciones de representación pública en la política institucional y de altísima visibilidad y exposición mediática». No flaquea, pese a todo; persiste en su línea narcisista y maniquea. Todo viene a ser culpa del sistema, ya saben. ¿Qué ocurriría si los candidatos a personajes de representación política se presentaran ante los votantes de uno en uno, en listas abiertas, y dando cuenta permanente de sus cosas, con logros y fracasos? La mayoría de los conocidos no llegarían al escenario.

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