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No lo duden, las consecuencias de los nuevos recortes de pesca en el Mediterráneo los pagaremos todos los consumidores: nos costará más caro el pescado que comamos. La ley de la oferta y la demanda.
Que todo es por una buena causa, como vienen insistiendo ... burócratas de Bruselas y oráculos ecologistas, desde luego: salvar el planeta. No comamos y se salva seguro. O, como mínimo, no sucumbirá por nuestros desvaríos. Solo que no lo veremos; moriremos de inanición pero con la conciencia planetaria tranquila.
Tras pretender reducir los días de pesca de la flota de arrastre a 27 días, ahora parece que le quieren dar cuartelillo. Más días pero cambiando el modo de pescar. O sea, hacerla más sostenible, que en la práctica quiere decir pescar menos. Con lo que volvemos al principio: menos pescado de proximidad, luego a pagarlo más caro. ¿Quién puede pretender en su sano juicio que se viva todo el año trabajando sólo 27 días? Más clara quedaría una prohibición total. Pero así funcionan las negociaciones de este tipo, aprietan por ahí para soltar algo de cuerda por allá y aparentar lo que al final tampoco variará tanto. Si las redes han de tener huecos mayores, es evidente que se reducirán mucho las capturas, y hasta no será viable.
Es que hay que respetar las especies en peligro. En eso estaremos de acuerdo. Pero el problema es el de siempre: somos muchos más habitantes, luego necesitamos más comida, la queremos buena y todas las recomendaciones de dietistas insisten en que hemos de comer pescado al menos uno o dos días a la semana. ¿Qué hacemo?, pues importarlo, cada vez de más lejos. Basta con ver las etiquetas de procedencia en las pescaderías.
También está en tela de juicio la práctica de la pesca mediante el arrastre, un modo considerado como de los más destructivos y esquilmantes, aunque lógicamente los pescadores y armadores piensan distinto, e incluso argumentan que removiendo los fondos se contribuye a renovar hábitats para que se reproduzca más lo que luego se captura, y en todo caso han ganar para cubrir costes y vivir.
Pero el gran problema es que Europa se autoimpone restricciones que no siguen los demás, con lo que es imposible que aisladamente pueda conseguirse lo que pretende. El Mediterráneo no tiene barreras y la UE ocupa sólo buena parte del norte. Al sur y al este no manda, por lo que todos los demás países seguirán con lo mismo, aprestándose a aumentar sus flotas y capturas para vendérnoslas; y a mayor precio, claro.
Es la inocencia que siempre muestra la UE: se erige en salvadora global pero desde una parte mínima del globo. En agricultura ocurre lo mismo. Somos los primos que se pegan tiros en los pies.
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