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Intercitrus es una teórica organización interprofesional que debería hacer muchas cosas, pero que en la práctica resulta inoperativa. Apenas tenemos noticia de que sigue existiendo ... porque cada año, a finales de junio o principios de julio, se anuncia un relevo en la presidencia rotatoria de la entidad; momento en el que la parte que asume tal papel para doce meses suele esgrimir algunos de sus mejores propósitos, sin que la que cede el puesto saque pecho con algún recordatorio de logros destacables. El bagaje es bien pobre: fuese y no hubo nada.
Tiene toda la razón La Unió Llauradora cuando critica la «inacción y parálisis evidente» de Intercitrus, así como la «falta de medidas para vertebrar y potenciar el sector citrícola», por lo que ha pedido al Ministerio de Agricultura que revise la situación e inicie un proceso de disolución, así como la creación, a renglón seguido, de otra entidad interprofesional que sí sea capaz de cumplir los cometidos pendientes, nunca revitalizar la mortecina actual.
La Unió señala con toda crudeza que Intercitrus «no ha sido capaz de ejercer sus funciones, circunstancia que según reflejan sus estatutos es causa de disolución de la misma». Desde cualquier opción integrada en Intercitrus se puede achacar que las críticas de dicha formación agraria se deben a que no está en la interprofesional, pero todo el mundo que conoce las interioridades sabe que esto se debe a cuestiones organizativas que debieran superarse y que el reconocimiento de la inacción de Intrercitrus es algo objetivo: no es útil porque no hace nada de lo que cabría esperar que hiciera. Por no tener, ni se puede consultar en internet qué es y qué hace Intercitrus, porque no tiene ni web. A un tendero de un pueblo no le hace falta web ni anunciarse para que sus clientes locales sepan dónde está y qué vende, pero tratándose de la representación de la citrícultura que es líder mundial de exportación en fresco, si no está donde debe estar es que no es nada. O al revés.
Intercitrus tuvo fuelle y cierta potencia cuando tocó en suerte que al frente de la Conselleria de Agricultura hubiera personas con decisión y empuje político para dirigir la orquesta. Cuando no, todo fue derivando hacia la inactividad, con algún que otro conato de reactivación que no fructifica porque las partes no se entienden, la orquesta toca a su aire y en la larga crisis del sector se turnan periodos más graves con otros de aparente placebo. Aunque se reconoce en plan individual, en conjunto no se abarca la profundidad de un problema global y muy serio cuya vertiente más preocupante es la caída del consumo de naranjas y mandarinas, lo que requiere reaccionar antes de que la enfermedad llegue a una fase incurable.
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